¿Yo? Persigo una imagen, solamente". Gérard de Nerval

SOBRE -El Reino- Emmanuel Carrère (2014) XI.
Y luego viene el cronista Lucas (San Lucas). Al parecer médico de profesión, aunque su vida, más bien fue la de un atento y dinámico reportero de los miembros activos de la entonces secta. De vocación judía, aunque él no lo fuera, viajó mucho a Jerusalén e investigó la vida y hechos de Jesucristo. Lo que no podía contrastar lo inventaba, eso sí, literariamente. Tomó nota de todo, especialmente de los hechos volcánicos de San Pablo. Pero fue un hombre con escaso carisma. Dice Emmanuel Carrère, a propósito del personaje: «Ulises dice que el paraíso es una ficción, y entonces importa poco que sea hermoso, y Pablo dice que es la única realidad. Pablo movido por su ímpetu, llega a felicitar a Dios por haber elegido lo que no existe para deshacer lo que existe. Esto es lo que ha escogido Lucas, y es en esto en lo que, muy literalmente, se ha embarcado, y me parece una gran gilipollez. Que consagre su vida entera a algo que simplemente no existe y dé la espalda a lo que existe realmente: el calor del cuerpo, el sabor agridulce de la vida, la maravillosa imperfección de la realidad».

…Luego la exposición del Thyssen: empiezo por las salas del renacimiento y el barroco. Sigo por las demás, romanticismo, simbolismo impresionismo… en fin un ordenado desarrollo temporal. Había ido muy expectante, pero la muestra no me estaba encantando. Ah, y las mujeres de hace un rato, ahora estaban merodeando por la sombra, como yo. A ver arte, los jueves, sólo acudimos gentes a las que ya no nos esperan en ningún sitio. Estupendo. De pronto, el recorrido de la exposición, sin apenas haber empezado el siglo XX, me echa fuera; me quedo perplejo y me digo -pero bueno, si yo he venido a ver las vanguardias que es lo que más me interesa ¿dónde están? Vuelvo un poco ansioso sobre mis pasos, pero nada, llego otra vez al renacimiento. Oigo a alguien decir que la exposición continúa en otro lugar de la ciudad. Una vez más no me he enterado. Tendrás que volver otro día -me propongo a mi mismo-. Salgo a la calle algo contrariado…

DIGRESIÓN SEIS. Todas las noches de un día, de Alberto Conejero. Director: Luis Luque. Intérpretes: Carmelo Gómez y Ana Torrent. Escenografía: Mónica Boromello, Iluminación Juan Gómez-Cornejo. Teatro Bellas Artes, veintinueve de diciembre. Hacía mucho tiempo que quería ver una obra de Conejero; y a Carmelo y Ana en teatro (solo los había visto en cine). Desde que se levantó el telón noté que iba a presenciar una magnífica representación teatral. No me engañé. Para empezar, el texto, la construcción en permanente elipsis de la trama, hace que el desarrollo sea dinámico e incesante. El tiempo como una argamasa dramática que va y viene sincopada e inexorablemente hasta el fatal desenlace. El engarce de situaciones y tempos narrativos es un finísimo mecanismo de orfebrería narrativa. Conejero se apropia desde el primer minuto de la atención del espectador y lo zarandea y acuna en un incesante vaivén emocional. Palabras y trama virtuosas, complejas, inteligentes. Muy probablemente, sin la maravillosa y sentida interpretación de los actores, mi percepción de la obra habría sido diferente. Agradezco que estuviera encarnada por ellos; resultó sencillamente perfecto. Carmelo es capaz de dotar al obsesivo y leal jardinero (Samuel) de una gama de matices e inflexiones dramáticas que recibes plenamente palpitantes. La réplica de Ana, en el personaje de atormentada y desesperanzada señora de la casa (Silvia), es igualmente creíble e intensa. Ambos, se entremezclan y avanzan con seguridad por las sinuosidades del tiempo, resaltando, subrayando sin excesos innecesarios, la fatalidad de su desconsolado destino. Consiguen ser duros y tiernos, esperanzados y fatales, y todo al mismo tiempo. La dirección de Luis Luque, ajustada, precisa, sabiendo, como dice en la presentación del programa, lo que representa una obra como ésta: “La alegría del teatro del amor y de la vida”. Grandísima ovación final, justa y necesaria para una espléndida noche de teatro.

Tampoco eso es completamente cierto: sirve, tal vez, para que mi culo no engorde demasiado y mi cabeza no se pare del todo (por el momento sólo cae en lapsus temporales). También para que Ella no se aburra completamente conmigo y para que yo pueda mantener un raro y precario equilibrio existencial. Ah, y ahora para que Lucía Mae, la hija de mi hijo, algún día pueda leer todo esta confusión e insustancialidad y conozca uno de los caminos que han conducido a su vida. A mi me hubiera gustado mucho saber del pensamiento y actitud con la que mi abuelo, José Fuentes Maseli (el señor Pepe, como se le conocía), se enfrentó al mundo y resolvió las cosas importantes (también las pequeñas) de su vida. Pero eso ya no lo sabrá nunca nadie. Qué triste es la pérdida total de la memoria

SOBRE -El Reino- Emmanuel Carrère (2014) VII.
Mi creciente admiración por la escritura de Carrère, ya experimentada en algunas de sus novelas leídas con gusto, se ha visto seriamente defraudada por el personaje, el propio Carrère, cuando en sus descarnadas confesiones, en el primer tercio de la novela que tengo entre las manos, relata un hecho de juventud que me parece execrable, vomitivo, de esos que merecerían el peor de los castigos. Cuenta: «…un chico enjuto, demasiado grande, no retrasado realmente pero extraño, del que todo el mundo se burlaba, yo con más refinamiento que los otros. Escribí sobre él pequeños textos acompañados de caricaturas que luego distribuía. Él se enteró. Abandonó el liceo al final del primer trimestre, oí decir que lo habían enviado a una casa de reposo». A lo largo de toda mi vida, y ya desde mi más remota infancia, me he encontrado con situaciones parecidas, de personas que se burlaban o agredían a otras que tenían una aparente situación de inferioridad; y eso siempre me repugnó hasta el vómito. Jamás he caído en tan execrables y engañosos refuerzos personales. Quizá mi único y verdadero mérito en la vida ha sido respetar sacrosantamente a todas aquellas personas en situación de vulnerabilidad, tanto como yo mismo. He sido coherente en eso. Pero en mi detrimento tengo que decir que nunca he sido tan valiente como para enfrentarme con todas las consecuencias a los muchos estúpidos agresores gratuitos con los que me he tropezado. ¡Qué asco dan esas gentes! Carrère, qué coño te hizo el –chico enjuto y demasiado grande- para que abusaras de su debilidad, pequeño y retrasado majadero! Estas abominables acciones tienen el rango moral de los ataques en pandilla a mendigos y gentes indefensas. Y no, la edad de los agresores (y la de Carrère) no es una explicación, y mucho menos una excusa. Nunca…