"La noche es un mundo que la misma noche alumbra". Antonio Porchia
…APROXIMACIONES A LA FENOMENOLOGÍA «Friki». Como es un asunto del que apenas sé, me limitaré a transcribir frases que me han llamado la atención en mis apresurados vagabundeos por la red: «no es una subcultura ni una contracultura, es una manera de ser de las personas». Otra: «Ser introvertidos, poco populares, preferir la planificación a la acción, tener poco interés por o éxito nulo en las relaciones de pareja, vestir mal, ser indiferentes a lo que opinen de ellos los demás y tener pocos amigos». Salvo en lo de la pareja, y lo de vestir mal o bien que no sé en qué consiste, SOY YO. Una más: «Friki terminal: grado al que únicamente llegan algunos elegidos. Ya prácticamente incapaces de entablar amistades profundas, mucho menos con personas -no frikis-. Es insalvable y puede llegar a ser enfermizo, incluso perjudicial para la persona. Tienen una voluntad admirable y son así desde pequeños». OTRA VEZ YO. Recomendaciones: el friki debe sentirse orgulloso de su condición, asumirla con sus «pros» y sus «contras», y cultivarla como una faceta positiva de su ser y desarrollarla como fenómeno social. Debe rodearse en todo momento de gente inteligente y huir del gregarismo». Esto también me afecta sobremanera. Anhelo la inteligencia y detesto el gregarismo. Mañana más…
Papá Noel.- Estos muñequitos, en Navidad y en Estados Unidos, están por todos lados; dentro, fuera, en jardines y calles, casi todos iluminados. Supongo que contribuyen a crear paz y sosiego espiritual en sus felices poseedores o, quizá, eso que los católicos llaman júbilo; pero no estoy seguro, aunque que no sé muy bien que significa esa palabra para ellos. Tampoco consigo entender por qué los colocan en todas partes; si yo tuviera que poner uno no sabría como relacionarme con él y todos los días que estuviera lo miraría con sospecha y me diría -qué coño hace aquí este muñeco ???-
Ha acabado el mes y no ha sido tan tortuoso como pensaba. Me propuse una escritura automática e intermitente, sin relatos, y así comencé a esbozar la sucesión de fotografías y palabras. Al principio, no me di cuenta que en ese primer día se me había colado una palabra poderosa: obsesiones. Realicé un guión respondiendo al planteamiento de partida. Quedé satisfecho, pero no lo suficiente, porque al día siguiente volví sobre lo acabado y observé que había construido un mes sobre obsesiones y disimulos, para despistarme. Empecé de nuevo, eliminé los disimulos y me salió una historia diferente. La leí, me miré al espejo y noté que me sentaba mejor. Sólo tenía un pequeño problema: algunos encadenamientos que se me habían colado sin querer (evitarlo). Después de treinta días, donde imágenes y palabras han llegado sin la poesía que me hubiera gustado, mañana será otro día y otro mes, veremos que pasa.
NOTICIAS DE LA DICHOSA NUEVA WEB III: como la recapitulación de inepcias no tiene mucho recorrido, me centraré en la situación actual a la que he llegado después de cuatro meses de trabajo (mi agenda de actividad no conoce fiestas de guardar u otras licencias), desde la noche profunda hasta la siguiente y así todos los días, como un enloquecido, un obsesivo (hoy es domingo y me he levantado a las cinco y media de la mañana). Así se escriben las historias paranoides. Pero siempre preferiré la manía compulsiva, aunque desbordante de malestar, que el neutro y cómodo vacío inerte…
Esta semana me ha dado por hablar por teléfono con viejos amigos (lo he hecho con dos y para mí es un prodigio). Las conversaciones duran, casi invariablemente, entre media y algo más de una hora. Con mi amiga H., que está postrada en el viejo Japón, la conversación es especialmente sentida y dolorosa. Ella se ha quedado en una oscuridad total; ni siquiera en una exasperante penumbra, sino en una ceguera absoluta; súbita, impredecible, de un día para otro, traicionera e injusta. Malditas sean las jugarretas del destino, estúpidas y brutales. H. me cuenta lentamente, con voz vibrante y emocionada, sus lentos progresos en su organización de la oscuridad. Ella está sola, afrontando valiente y animosamente su nueva vida, plagada de complicaciones sin solución. En cuanto a mí, la hecho de menos: a ella y a sus visitas habituales y cariñosas, durante años, a este diario. Cuando nos despedimos, deseándonos lo mejor, emocionados y tristes, me quedo un buen rato conmovido y sin saber que hacer o sentir.