La ciudad entera resuena en mi memoria a oscuridad, contención y silencio…
…Sí, porque la mayoría de las gentes que nos agolpamos en las calles y en el itinerario de la procesión somos vejestorios. Mi intención no era confraternizar con ellos; sino fotografiar. Lo hice sin guión o propósito preconcebido, salvo el de acercarme a una visión de una cierta abstracción, sin desdeñar matices más o menos expresionistas. -Si te ablandas y te dejas llevar por lo meramente figurativo o naturalista, o lo que sería mucho peor, descriptivo, caerás peligrosamente en el intento fallido, como siempre-me dije-. En cuanto a los escritos, lo mismo. Las fotografías, de modo incontenible y automático, salen solas; sin embargo, los textos resultan infinitamente más difíciles, inalcanzables casi, porque ya no hay tics que valgan. –Si el pensamiento invade peligrosamente el afán artístico, todo se va a la mierda -me advertí-. Las alternativas no eran muchas y ninguna me servía del todo. Así que, dado que la cadencia de los días no para nunca, y si me entretenía me dejarían atrás ridículamente, me puse a escribir sin más, compulsiva y rápidamente para no atormentarme de impotencia…
El día de la Tarasca, de los Gigantones y Cabezudos o de la transustanciación de la materia en espíritu. San Cirilo proclama: «No te preguntes si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Señor, porque él, que es la Verdad, no miente». Nos acercamos temprano a la ciudad. Habitantes y visitantes ya deambulaban por calles y plazas. Es un día grande, una gran fiesta centenaria de la tradición católica. Cada año, se repite lo mismo, incansablemente. La gracia radica en que nada cambie y por supuesto nada cambia. A mí me gusta que sea así. Mientras envejecemos irremediablemente el ceremonial sigue siempre igual, invulnerable al paso del tiempo. Quizá es esta la razón que permite que los viejos nos acerquemos con una cierta ilusión de eternidad…
…Ni en una ni en otra, aunque fotografío con ganas, consigo traspasar con talento y originalidad, o al menos hasta el grado que me gustaría, la mera apariencia tangible y constatable de esas «realidades festivas» (aunque un poquito sí, quiero pensar). Será por esta causa por la ya atisbo en el horizonte que dejaré de fotografiar; por darme cuenta por fin de que este lenguaje no me permite ir más allá; justamente hasta donde me gustaría, y ya es tarde para cambiar de medio de transporte.
Sr. Cóncavo y Sr. Convexo (intercambian su papel en los días impares). No se sabe a ciencia cierta a que se dedican, lo que da absolutamente igual. Se conocen desde hace muchos años y participan de inquietudes comunes, sobrenaturales y piadosas. Se señalan mutuamente como amigos pero se profesan una brutal indiferencia. Se mantienen uno junto al otro, pero sus conciencias se dan la espalda. Su circunstancia más significativa es que envejecen al unísono.
DESCONEXIONES (de una Supuesta Realidad). ÉRASE UNA VIEJA CIUDAD HABITADA por hombres que se vestían con su mejor traje y, un día al año, por la mañana, desfilaban delante de otras gentes. No sé porqué…