Hombres solos que buscan a otros hombres…solos…
Voy terminando con este tortuoso, y gozoso al mismo tiempo, ejercicio gimnástico de acercamiento al carrusel de los deseos sexuales, o de las pasiones, o tal vez de las adicciones. El deseo sexual es adictivo, me parece, y tal y como lo presiento, natural y nada dañino para el cuerpo y el alma, luego muy superior a cualquiera de las demás adicciones. Es proteico y gozoso, cuando se ejercita y consigue; pero eso sí, tiene el peligro de que es eterno e inextinguible (cualquier otra adicción se puede erradicar, los deseos nunca), y puede resultar devastador para el espíritu si se reprime o no se consigue. Ellos puede que escenificaran sus deseos, yo el mío que no era otro que intentar adueñarme de los suyos en una fotografía. «Puede que el deseo sea lo más irreductible del ser, lo más incansable del ser, y sólo en sujetos de muy buen conformar el deseo puede coincidir con su realidad, pues es característica del deseo no casar de verdad con nada o casi nada que pertenezca a la realidad». Jesús Ferrero
…Y LOS QUE NI SIQUIERA, AUNQUE SÍ SE SINTIERON MIRADOS POR ELLA, como este hombre de gesto abstraído y tranquilo. Su mirada parecía que transcendía la inmediatez que le rodeaba, pero, claro, no pude saber hasta dónde alcanzaba. La fotografía me gusta, aunque, en tardes como la del dos de julio, de disparador fácil y realidad tumultuosa, donde apenas queda sitio para la elección reflexiva, y ni siquiera para la intuitiva, no sé de quién es el acierto de fotografías tan meritorias como ésta (este mes soy un fabuloso fotógrafo, el que viene, seguramente no), si mío (lo dudo), o del inadvertido fotografiado (también lo dudo). Sospecho que no hay méritos, sólo casualidad, o tal vez alguna veleidosa extrañeza o tensión en el aíre. «La vida no es vivible sin emociones, y sólo atravesando las pasiones y no evadiéndolas se puede llegar a la más intensa emoción: el pensamiento, quizás el más radiante hijo del deseo». Jesús Ferrero
SU PELEA NO ES LA MÍA I: seis de julio, Madrid: día del orgullo gay. Sí, esa fiesta que no sé cómo interpretar y a la que siempre me gusta ir para fotografiar, cosa que hice, una vez más…Expuse tres rollos y me senté a la sombra. La experiencia me había cansado mucho. No sé si era porque llevaba en Madrid desde por la mañana, porque hacía mucho calor, o sencillamente, porque me aburrían los aspectos reivindicativos, sociales y políticos de gays y lesbianas. Llevo años fotografiando a estas gentes sólo como voyeur porque -su pelea no es la mía-. Lo de la consideración y toda esa parafernalia social y reivindicativa ya se sabe, luego por obvia es naturalmente asumida y en consecuencia no me interesa. Porque, me pregunto: puede haber alguien con un mínimo de capacidad cerebral, sensible y emocionalmente solvente, o con la suficiente experiencia vital, cultural, afectiva y sexual, es decir, sano, que pueda cuestionar el derecho irrefutable a vivir el tipo de sexualidad que cada uno sienta y quiera? Creo que no, por supuesto. Pues eso, a los que anden extraviados, que les den; y todos los demás, a nuestras cosas y a disfrutar de lo que la naturaleza nos ha regalado sin pedir nada a cambio, salvo respeto y un cierto sentido común, por favor…
SU PELEA NO ES LA MÍA II: a partir de esa premisa, no siento la necesidad de mover un solo músculo para reivindicar nada que tenga que ver con la sexualidad, dado que son necesidades y derechos del ser humano tan incuestionables como respirar. La sexualidad se vive y se disfruta, ya está, sin más. Todo lo que atente contra esos derechos, que obviamente pasan por no atropellar a los de los demás, es severamente reprochable e ilegitimo moral y humanamente. Por eso, las pacíficas manifestaciones, me parecen tediosas y sin sentido, salvo que reúnan a una buena cantidad de gentes con ganas de fiesta y dispuestos a dar esquinazo a lo «correcto» y previsible. Si además hay un componente erótico festivo, el jaleo resultará genial, divertido, insuperable…
He pasado de Penderecki a Schoenberg, sin darme cuenta. Así el ánimo festivo y frívolo es imposible; aunque sea sábado. Son los riesgos de las sesiones musicales aleatorias, como la elección de fotografías para este mes: es un sobresalto diario. Cuando me enfrento a la fotografía que ha tocado siento impotencia, porque no sé cómo acompañarla, además de asustarme un poco. Ésta, que se explique sola, porque yo no diré absolutamente nada, salvo que este hombre encontraba sentido al blanco y negro. Como yo.
«El cuerpo es el gran poema». Wallace Stevens
No sé, ni mucho menos, en qué consiste ser -una buena persona-. Llevo más de cincuenta años en el mundo y no he logrado saber con certeza, cuáles son los valores que adornan a alguien para que alcance esa mirífica categoría. Podría pensar en generalidades como: generosidad, nobleza, buen carácter, laboriosidad, semblante sonriente, atento, fiable, y mil «virtudes» más. Pero claro, todos esos prodigiosos e inverosímiles rasgos, tienen su contraportada, generalmente no tan limpia, inocente y luminosa. Siempre me ha sido más fácil identificar a las -malas personas-, pero quizá, esos casos sólo se me han hecho visibles por actitudes que también se podrían calificar como -buenas-: autenticidad, sinceridad, valentía para mostrar la propia naturaleza. En definitiva, soy un tipo que ha aprendido muy poco sobre -lo humano-. Sólo acierto, y a veces con muchas dudas, a saber si las personas me gustan o no. Por eso, únicamente puedo acercarme al concepto de -buena persona- a través de aquellos que se trabajan a sí mismos y hacen -lo que tienen que hacer, cuando toca hacerlo-; cuando ellos y sólo ellos toman decisiones que les hacen crecer como personas. Lo demás, puras convenciones, cobardes falacias y aburrimiento por doquier. La serie: –Las buenas personas–