Naufragios…"Mi amor propio ha perecido en el naufragio del interés que abrigaba por los hombres". Nicolas de Chamfort
En este mes y año (no tengo ningún propósito para ninguno de los dos), confío que todo en mi vida sea aleatorio: nada de planes, objetivos, deseos (salvo el de mantenerme vivo y sano y que el tiempo, rapidísimo siempre, no me destruya demasiado). Para empezar, el diario de este mes será azaroso y tornadizo. Esta fotografía, por ejemplo, está elegida para hoy con los ojos cerrados y la mente adormecida, aunque eso no impide que sea muy buena (la fotografía, e incluso la elección).
Diario de veraneo VI. He vuelto al mar con intención de fotografiar. Me pregunto que coño tiene que ver mi estado de ánimo con la tensión del acto creativo.
Llevaba:12 días (cada día uno menos).
DESDE por la mañana me disponía a vivir la isla, andaba y fotografiaba como si nada ocurriera. Uno de esos días decidí hacer una excursión a Formentera . Es una pequeña y magnífica isla de luz y agua, pero ni allí mi niebla se disipaba. Me seguí a mi mismo y perpetré alguna fotografía que he escondido; la cámara tuvo mejor fortuna, esta, por ejemplo, la hizo en perfecta sintonía con mi estado de ánimo. Aquí todavía me quedaban 8 días.
A PROPÓSITO DE BERNARD PLOSSU (conclusión)… Lo cierto es que estaba realmente bien lo que había escrito el señor Vázquez, si nos atenemos a su negocio, claro, pero fue una obra muy distinta lo que yo vi en la muestra, a saber:
-Fotografías muy deficientes técnicamente, con positivos empastados, pobres de tonos, descompuestos, muchos de ellos injustificadamente torcidos: en las que aparecía el mar, la línea del horizonte estaba tan inclinada que ese mar se vaciaría en unos minutos, quizá por efecto de la metafísica.
-Los «temas» poéticos y metafísicos (según el señor Vázquez) no eran tales, o al menos a mí no me lo parecieron en absoluto, solo contenían motivos triviales, intranscendentes, sin pulsión ni evocación de ningún tipo; por ejemplo, aceras, tapiales, senderos que terminaban en un vulgar terraplén, veredas que bordeaban en diagonal una precaria tapia y como colofón del itinerario (el «punctum» de Roland Barthes), una vulgar hormigonera sin sentido, cableados en postes sin más, fachadas de edificios feos, tiendas ni nuevas ni viejas. Y así todo. Ah, y algún que otro barco, también sin más. Todas deshabitadas, todas muertas. Pura indolencia.
-No se salvaba ni una sola imagen, ni siquiera la de la lluvia de cascotes sobre la que había depositado expectativas porque vista completa era una absoluta nadería.
– No era solo lo malo la falta de aliento poético, o metafísico, o estético, o sugestivo, o diferente, no, lo peor era que todo era pesadamente gris. Y trivial. Y perezoso. Y anodino. Y lineal. Y vacío. Y árido. Y mal concebido y peor resuelto.
Y, por desgracia, todo, absolutamente todo, abrumadoramente aburrido. No hay disculpa para el aburrimiento. No había margen o lugar para el secreto o el misterio. Se podría pensar que este decaimiento de Monsieur Plossu era consecuencia de agotamiento o edad, si la obra fuera reciente, pero no, la muestra abarcaba más de veinte años y apenas había de los últimos diez. Qué tremenda decepción. El «maestro» ha empleado más de treinta años en avanzar hacia atrás, aunque no deje de ser ovacionado y nunca olvidado. En eso debe consistir la «metafísica» me dije…