"Muertos que ya no son sino la inmensa muerte anónima/Aunque sus prendas leves sobrevivan...". Luis Cernuda
«Porque la muerte, lo que suprime no es a los seres cercanos y que son nuestra vida misma…
Lo que la muerte se lleva para siempre es su recuerdo, la imagen que se va borrando, diluyendo, hasta perderse…
Alberto Caraco nació en Constantinopla el 10 de Agosto de 1919 (yo también, el mismo día de Agosto, unos años después), en el seno de una familia rica de origen judío (yo, ni rica ni judía, aunque la fotografía, que tuve que hacer tocado con un casquete de esos que se ponen en la cabeza, sea de un cementerio de esa creencia). Es considerado uno de los más grandes y singulares provocadores de nuestro tiempo (a mi me gustaría, pero no está a mi alcance). «Caraco nos regaló una prosa clásica destinada a lacerar…», de la contraportada de uno de sus libros (yo también quisiera lacerar con la prosa, porque es un instrumento aséptico e higiénico, como hacerlo con guantes). Caraco se suicidó en Septiembre de 1971, el día después de la muerte de su padre, como él mismo había anunciado. Si me suicido ahora lo haré a la misma edad que Caraco. No, no creo que lo haga, porque aunque haya nacido el mismo día de Agosto que Caraco, yo no poseo su gran cultura, su prosa acerada y elegante, no he nacido en 1919 en el seno de una familia rica y judía, en Constantinopla, no vivo en París y mi padre murió en 1978. Pero sí me gustan las cosas que escribió: «Un hombre digno de este nombre, en este siglo, no cree en nada y de ello se vanagloria». Hoy, no estoy en París si no en Nueva Orleáns, celebro mi cumpleaños (escuchando jazz, espero) y no me suicidaré, al menos hoy. Más adelante, ya veremos.