Primero fue el ciclista, luego el actor y después los demás…

11:15 a.m. Es animoso pero se ha levantado algo desganado. Se viste con el traje reglamentario, coge su bicicleta y pedalea hasta el malecón. Allí, piensa, podrá arrojar su aburrimiento y sentirse algo mejor.

11:30 a.m. El actor se ha vestido como le indicaron cuando firmó el contrato. Sin embargo, no le dijeron con exactitud dónde tenía que dirigirse para realizar su trabajo, o quizá lo olvidó. Camina a lo largo del malecón y luego vuelve sobre sus pasos; buscando y deseando poner fin a su desorientación.

12:15 p.m. Entonces, como elemento inesperado, aparece un paraguas en la sesión. La silla y las botas de agua podían entenderse fácilmente, sin embargo el paraguas fue una auténtica sorpresa.
Epílogo: a lo largo de dos horas y quince minutos, en la orilla del Lago Michigan, Chicago, surgieron las siete fotografías que he mostrado estos últimos días. Es la magiade la huidiza y a veces generosa fotografía; puedes estar días paseando la mirada sin que suceda o veas algo que pertenezca a tu mundo sensible e, inesperada y rápidamente todo se coloca para ser fotografiado: la luz, los actores que participan en la puesta en escena, el atrezzo. Empiezan a ocurrir hechos encadenados que hacen que pases a otra dimensión. Realizas la toma sumido en un estado de entusiasmo febril, no se puede perder un instante, sabes que es el momento y no durará mucho. Todo ocurre vertiginosamente y luego la magia se desvanece, cae el telón, el escenario cambia, los actores desaparecen y la luz se nubla; colocas la tapa al objetivo y continuas caminando (todavía no he conseguido saber si es la realidad exterior la que cambia o la entraña de la propia mirada). Sabes que es difícil que los dioses vuelvan a fijarse en ti otra vez en el mismo día; pero a veces ocurre. Ya lo iré contando más adelante.

12:05 p.m. Por fin, el actor encuentra su lugar, pero ahora, junto a los encargados de dirigir y filmar su trabajo, tienen algunos problemas técnicos. No dan con la forma más adecuada de plasmar la idea por la que los han contratado a todos.

DIGRESION ONCE. Manchester by the Sea (2016) EE.UU. Guión y dirección: Kenneth Lonergan. Música; Lesley Barber. Fotografía: Jody Lee Lipes. Reparto: Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler, Lucas Hedges, Tate Donovan. Casey Affleck está inmenso y la historia lo agradece. Todos los agradecemos. Michelle Williams, en un papel muy corto, también. De qué modo tan sencillo y auténtico se puede narrar una trágica y conmovedora historia. Todo en ella transpira verosimilitud. Lee, después de su tragedia, no podrá ser nunca más el mismo. La redención no es posible y no lo es porque él, por sí solo, es capaz de transmitirnos esa imposibilidad: con su mirada, con sus gestos, con sus reacciones, con su violencia, con sus silencios, con su mirada inconsolable. Kenneth Lonergan nos muestra de qué modo tan irreversible una persona puede ausentarse para siempre del mundo, aunque permanezca en él. Los silencios de Lee contienen un destilado de tragedia, de desgracia, difíciles de soportar. A su alrededor, todos, mal que bien, sobreviven: su sobrino, un adolescente también desestabilizado, pero que mira hacia adelante con fuerza; su exmujer, engañándose, pero también; su excuñada, lo mismo. Pero Lee no puede ni podrá. Inmensa, bella, conmovedora e inconsolable.

LOS DÍAS 1
“A veces sales de la cama en la mañana y piensas que no lo podrás lograr, pero te ríes por dentro porque recuerdas todas las veces que te has sentido de esa forma”. Charles Bukowski
Sábado, veintiocho de diciembre de dos mil veinticuatro
Hoy, en la tradición católica es el día de los inocentes; justamente mi onomástica porque soy Inocente todo el año (léase sin malicia, consciente al menos).
Son las ocho de la mañana y es de noche, todavía. Cero grados en la calle, que veo desde mi prodigioso ventanal abierto a la noche.
Me he levantado pensando en la risa porque es un anhelado ejercicio muscular y del alma (que no existe) que tengo atrofiado. Por eso comienzo con una cita de mi añorado Bukowski (un sabio). Eso me ha hecho recordar a otro escritor del realismo sucio, follador como él (Trilogía sucia de La Habana, El Rey de La Habana, Carne de perro…), Pedro Juan Gutiérrez, al que llevo muchos años sin leer, sabio como Bukowski. Me encanta el Habanero, aunque nunca entendí una cierta complacencia con el castrismo (o al menos no del todo crítico, debido a que él se mueve en otra frecuencia existencial), que me explico perfectamente por su loco amor por La Habana y sus gentes, amalgama humana poderosa y vitalmente explosiva de la que él siempre se ha considerado integrante apasionado. Nunca supo ni quiso alejarse de allí, porque, con toda seguridad, no sabría vivir en otro sitio. Inmediatamente he colocado en la lista de audiciones perentorias (audible), Diálogo con mi sombra (entrevista consigo mismo sobre el hecho de escribir sentido y auténtico), es de hace once años, pero está bien porque no la he leído. “Una buena sonrisa, innecesaria y absurda, es un tónico”. Pedro Juan Gutiérrez. Esta cita es de Trilogía sucia de La Habana (1998), que leí, hace muchos años ya. El momento del espectacular descubrimiento de Pedro Juan, con un gran despliegue mediático en Europa y especialmente en España (Anagrama) fue en la década de los noventa, y luego, para mí, pasó al olvido; sin embargo, curiosamente he comprobado que ha seguido publicando regularmente hasta este año mismo. Elegiré y leeré.
Se podría decir que he empezado bien el día, pero no, no lo diré, porque no es verdad, aunque sí de un modo interesante y prometedor, y eso es mucho: acordarme de que la risa existe y de Pedro Juan, y de cuando escribió la obra que leeré desde mañana; ahora estoy terminando: Risa en la oscuridad, de Vladimir Nabokov (otra vez la risa en mi vida). Repito hasta la manía: ¡qué sería de mí sin la escritura de los demás! Por cierto, a Nabokov no lo había leído y no sé por qué. Deuda pagada, pero solo mínimamente, seguiré, porque la novela me ha encantado: trata del amor loco (la única manera de amar, porque si no, no), es decir de la pasión que puede conducir a la ceguera, dramática incluso.
Qué hice ayer, viernes, ya no me acuerdo, seguramente nada…
La Fotografía: El malecón, fotografía de un viaje que realicé con cincuenta años y tres meses a La Habana. No, no era el momento porque creo que no me enteré de nada de lo que allí sucedía a pesar de que publiqué aquí, en esta web, una exposición fotográfica y un largo texto (ya eliminado). Es dramática mi relación con los viajes que he realizado, ahora creo que todos fueron en el momento inadecuado.