Las gentes parábamos al borde de la autopista, en Amarillo, a mirar y pintar y fotografiar…
«Lo que uno ve y vive es por definición fragmentario y sesgado, y la simple ordenación de los vocablos y frases que uno emplea en la relación de algo es ya una infidelidad a ese algo.» Javier Marías. Luego, también el fotógrafo, como reproductor fiable de una determinada realidad es un actor dudoso. Si pretende ser testigo imparcial -fotografía como acta notarial de lo sucedido o presumiblemente visto- tendrá que neutralizar al máximo posible el aspecto interpretativo: protagonistas improbables, texturas sofisticadas, encuadres «originales», contraluces atrevidos, contrastes virtuosos y tratamiento «creativo» de las imágenes. A pesar de todos esos jugosos ingredientes, su obra no será otra cosa que un acto de simple lectura interpretativa y en muchos de los casos impregnada de pretendidos mensajes de todo tipo, por ejemplo de -paz y solidaridad universal- o si no que se lo pregunten al famoso Sebastiao Salgado. ¿A quién importan ahora las fotografías testimoniales o históricas de hace más de una semana? Todo ese ingente material no es sino curiosidad banal y prescindible; o si se prefiere, sólo historia. No, sospecho que no son arte, porque no inventan nada, sólo interpretan interesadamente, luego en la mayoría de los casos mienten, aunque esa no es la peor de las opciones, ¡admitamos la relatividad de la mentira!
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE ARTE Y CIENCIA (gracias a Jorge Wagensberg), en una introducción (ahora) y un cuadríptico (después). Dice él:«EL ARTE, COMO LA CIENCIA, es una forma de conocer la realidad. ¿Cómo aborda el arte la realidad? Para Platón el arte imita la realidad. Aristóteles abre tres opciones según sea la intención del artista: ocuparse de lo que la realidad es (uno), de lo que la realidad parece (dos) o de lo que la realidad debe ser (y tres)». Oscar Wilde opinaba lo contrario que Platón: es la naturaleza (también podríamos asimilarla a la realidad, más o menos) la que imita al Arte. «La naturaleza posee, indudablemente, buenas intenciones, pero como dijo Aristóteles hace mucho tiempo, no puede llevarlas a cabo…El Arte es nuestra enérgica protesta, nuestro valiente esfuerzo para enseñar a la Naturaleza cuál es su verdadero lugar…»Oscar Wilde
Bien es verdad, que la fotografía en sí misma, no garantiza casi nada de lo que ve…y por supuesto es potencialmente tan ficcional como el lenguaje escrito. Depende de los elementos encuadrados, de la luz, del carácter que el autor de al positivo (en caso de que todavía se encuentre atascado con esas sutilezas tan pasadas de moda), y por supuesto del factor tiempo. En el caso de los textos, como dice Javier Marías: «pero ese narrador habrá ya introducido un verbo poco fiable, «vi»»…. En el caso del fotógrafo pasa lo mismo, ¿lo ve todo, aunque sea ayudado por la aparente objetividad de la lente?
Qué puede hacer el fotógrafo para salvarse de la mediocridad a la que le aboca su lenguaje, tan subordinado a la reproductibilidad y a la tecnología? Combinar dos esencias que le son propias: la reproducción, aparentemente objetiva, con la ineludible lectura fragmentaria de esa misma realidad, que resulta, cuando menos, incierta y sospechosa. En mi caso, además, después de fotografiar escribo, y debe ser para despistar o para borrar las huellas de la culpa. Sin embargo, y en consecuencia, me será imposible eludir la acusación de superponer dos falacias, es decir, no creo que ambas se neutralicen y salga indemne. Hay un fotógrafo cuya obra está adquiriendo dimensiones míticas (creo): se llama Chema Madoz, y la razón es que inventa imágenes (hay más fotógrafos inventores, pero ahora no me acuerdo de ninguno); aunque para crearlas utilice objetos conocidos, genera imágenes nuevas y eso conecta directamente con la ilusión que tenemos todos de creer en la ficción. Madoz nos cuenta cosas que no habíamos imaginado y que además nos creemos. Eso sí es literatura fotográfica, por eso precisamente, por su aparente inocencia; le absuelva la historia. «Y lo cierto es que sólo podemos contar así, cabalmente y con sus incontrovertibles principio y fin, lo que nunca ha sucedido. Lo que no ha tenido lugar ni ha existido, lo inventado e imaginado, lo que no depende de ninguna verdad exterior. Sólo a eso no puede agregársele ni restarle nada, sólo eso no es provisional ni parcial, sino completo y definitivo. Javier Marías
El diario: ¿qué sentido tiene combinar la supuesta objetividad de las fotografías con la subjetividad de las palabras? Sería lógico pensar que juntos se neutralizan hasta no quedar nada con un mínimo de sentido. ¿Es tal vez porque se complementan? No necesariamente, supongo. En principio sólo es porque se me ocurrió un día, en el laboratorio precisamente, y aquí sigo. Ya el mero título del «index» -fotografías y textos- debería ser suficiente para que cualquier navegante avisado cierre el sitio de inmediato; podría pensar: éste tipo no sabe a que carta quedarse y además es posible que se ponga pesado contando lo que ya describen las imágenes.
Me parecía una composición abstracta ocurrente y la titulé «the writer» por aquello de titular «artísticamente». Luego, Bob Hughes me dijo que tenía que ver con un equipo de fútbol inglés; así que ahora la llamo «el hincha errante» (que tampoco está nada mal).