"No estamos hechos para ser comprendidos, sólo necesitamos que nos quieran". Rafael Reig
DIGRESIÓN UNA. Oleanna. Autor, David Mamet. Dirección: Luis Luque. Intérpretes: Fernando Guillén Cuervo y Natalia Sánchez. Teatro Bellas Artes, nueve de septiembre. Vivir supone mantener una cierta lucha por el poder, en todos los órdenes y escenarios de la vida, para los humanos y, creo, que también para los animales. Luego, todo depende de la inteligencia, voluntad y energía con la que cada uno juegue sus bazas. En la obra: un profesor que ha llegado a un momento en el que siente que el poder que indudablemente le proporciona su trabajo le puede servir para dar salida a sus deseos. Sus fundamentos éticos no consiguen controlar sus instintos y su codicia enceguecida por la actitud equívoca de una estudiante, le llevan a perder el control. Por su parte, ella, también utiliza el poder que sabe que ejerce sobre el atribulado profesor e intenta sacar provecho utilizando una estrategia diabólica: se hace la idiota, sin serlo. Aprovecha con inteligencia sistemática los recursos que las corrientes sociales de la moral occidental le proporcionan (estamos en la era de la dictadura de lo políticamente correcto). A partir de ahí, Mamet nos sirve una reflexión sobre la dialéctica del poder, y más concretamente sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Ninguno de los dos protagonistas tiene razón: él, por su irrespetuosa posición de dominio, sin duda condenable, y ella, por su inflexible y rígida incomprensión hacia el hecho de que, en última instancia, todos somos humanos, plagados de taras, errores y debilidades. Ella también, a pesar de su aparentemente sólida y purista posición. Se lo dice él, desesperado: vivimos, somos humanos y en esa catástrofe también debe tener cabida la compasión. Ambos sexos utilizamos nuestros recursos y forcejeamos incesante y sordamente. Conmovedora, profunda y actualísima obra de David Mamet, a pesar de tener ya veinticinco años (nada cambia nunca en los humanos). Escueta puesta en escena de Luque y soberbias interpretaciones de Guillén Cuervo y Natalia Sánchez.
DIGRESIÓN SIETE. Zimna wojna (Cold War, Guerra fría). Polonia (2018). Guion y dirección: Pawel Pawlikowski. Fotografía: Lukasz Zal. Intérpretes: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Agata Kulesza, Borys Szyc, Cédric Kahn, Jeanne Balibar. Lo más destacado: una espléndida fotografía en blanco y negro y una historia de amor imposible (y muerte). Los personajes protagonistas, él y ella, viven en un frecuencia existencial que nada tiene que ver con el resto del mundo que les rodea. Una historia de amor que está a la altura de las más convulsas y trágicas de la literatura amorosa. No hay circunstancias externas que la hagan imposible, como en la mayoría de los célebres casos conocidos, no, sencillamente la imposibilidad del encuentro está en ellos mismos. El sino trágico de estos dos seres habita en el arrebatador influjo que sienten mutuamente, combinado con la más absoluta incompatibilidad. Sí, esa fatal y aciaga posibilidad existe en esta historia porque Pawlikowski la cuenta maravillosa y trágicamente. La película se ve en sostenido estado de asombro por su belleza, por la fuerza de los personajes, por la autenticidad de lo que sucede en la pantalla y porque todo, absolutamente todo en esta historia, transpira pasión, verdad. Por si fuera poco su incontenible lirismo, la historia es narrada y sostenida por una bellísima fotografía: cada uno de los encuadres, de los matices de luz, de texturas y contrastes, de su medida profundidad de campo y justa distancia desde donde la cámara nos cuenta la historia, hace de esta una experiencia cinematográfica insuperable. Emocionante y única hasta el temblor.
DIGRESIÓN DOS: mor shakhsiya (Asuntos de familia). Israel (2016) Guión y dirección: Maha Haj. Intérpretes: Amer Hlehel, Mahmoud Shawahdeh, Maisa Abd Elhadi, Ziad Bakri, Jihan Dermelkonian, Hanan Hillo. Maravillosa y sencilla película de familia, que se desarrolla en Nazaret, Ramala y Suecia. Lo que aparentemente sucede y subyace, entre otras muchas y sutiles cosas de las que nos pasan a los humanos, es la inmensa dificultad que tenemos todos para encontrar puntos de encuentro con los demás, especialmente con nuestras parejas. Película de pocos e intensos protagonistas, tres parejas y dos personajes más: la abuela que hace tiempo que ya partió del mundo objetivo que la rodea, y un hijo y hermano, todavía joven, transplantado a las soledades de Suecia. Los padres, sexagenarios, viven en Nazareth, mantienen una vida rígida y pasiva, constreñida en el asfixiante orden tradicional (férreo dominio masculino en la pareja) lo que supone una inmensa frustración para ambos. Por si fuera poca la desdicha, son un matrimonio de larga duración porque, como dice Manuel Vilas en la increíble y maravillosa Ordesa: “Creo que el matrimonio de larga duración no es propio de la naturaleza humana…los hombres aceptan los matrimonios de larga duración porque dejan de creer en la juventud”. Los otros dos hermanos (hombre y mujer) y sus compañeros, forcejean para intentar llegar a un punto de equilibrio en sus vidas de pareja, sin apenas lograrlo. Maha Haj, consigue, con pasmosa y lúcida sencillez, hacer creíbles las historias de unos personajes reconocibles y absolutamente verosímiles. Hay un especial encanto en cada una de las situaciones que nos ofrece la película, sin por eso dejar traslucir la contradicciones e imposibilidad para conseguir gestionar la vida propia de forma equilibrada y coherente. La historia habla, sobre todo, de la vida en pareja: de amor y desamor, de complicidad y desencuentros, de deseo y frustración, de soledad y coartadas, y de la feroz y soterrada lucha por el poder, también de la negociación permanente que hay que mantener para hacerla posible y también de las ilusiones largamente acariciadas. Sin abandonar en ningún momento un fino y ácido sentido del humor, ofrece dos o tres situaciones de una belleza impagable: el encuentro del cuñado (personaje que pertenece a esa difusa categoría de seres humanos, la de los cuñados) con un mar de tonalidades fantásticas del verde esmeralda al azul añil; el estatismo momificado de los padres sentados frente a un lago en Suecia; y el tango bailado en una sala de interrogatorios de la policía, por Tarek, el hijo soltero y Maisa, su impaciente aspirante a novia. Fantástica película.
OLGA Y ALESSANDRO. Aquí están los dos juntos y como se puede apreciar es toda una demostración gráfica de que no tuve nada que hacer. Los seguí viendo en mi ciudad durante algún tiempo, después se me perdieron (creo que se fueron a Italia). Mi interés por la chica se quedó en eso; tampoco le hice ninguna proposición (no me gusta ponerme en evidencia sin apenas opciones). Seguramente fue mejor así. Espero que les haya ido bien.
…El día siguiente también dije: «Lo más importante es que siento una imperiosa y acuciante y bruta necesidad de realizar fotografías distintas de las que he venido haciendo últimamente. Aunque lo que más me gustaría sería trabajar con personas (retratos y otras expresiones gestuales), pero no quieren (al menos las que conozco)…Está siendo un gran año de trabajo de campo y puede que, con un poco de suerte, alguien más visite mi Habitación de Retratar, como la fotografía de hoy y las que mostré en días anteriores. Ya veremos.