Tiene alma de panorámica desde siempre y poco más…y así seguirá hasta el fin de los tiempos…
EL DON DE LA ELOCUENCIA SILENCIOSA DE LA FOTOGRAFÍA, o la penetrante mirada artística de Manuel Elegido, III.
…Empezamos a fotografiar al mismo tiempo, cada uno por su lado (no nos conocíamos), hace muchos años ya. Afortunadamente llegamos a contactar en los balbuceantes inicios porque vivíamos y vivimos en la misma ciudad, y eso fue bueno para ambos, al menos para mí, sin duda. Los dos llevamos más de tres décadas haciendo y haciendo y así hasta aquí, que seguimos en lo mismo. Nuestros caminos exploran diferentes territorios. Manolo sigue fotografiando la ciudad incansablemente (también otras cosas), pero no tanto a su reconocible morfología como a sus misterios; o tal vez sea a sí mismo y únicamente la utilice como pretexto para escenificar sus visiones. Sí, creo que se trata de eso, de un juego secreto que él pergeña distante e irónico cada vez que levanta la cámara como un poderoso detector de esencias imperceptibles para los demás…
Lo de dentro se parece a lo de fuera, y viceversa. Se parecen porque se imitan. La serie: -De Fuera-a-Dentro-. Hasta aquí hemos llegado desde tan lejos, a que ambas visiones sean iguales. Así seguirá el paisaje, La Ciudad, y nosotros; los que somos y vivimos aquí. Ayer, la fotografía era de Adentro-Afuera, hoy de Afuera-Adentro. Es lo mismo, todo es lo mismo. No sé si quiero o deseo que sea de otra forma, porque yo ya soy igual a ambos. Estoy constituido por la misma materia: áspera, silenciosa y ya vacía de sentido y contenido, por repetido y sabido. Han sucedido tantas cosas y tan pocas, durante tantos siglos, que ya estamos exhaustos, secos. Lo hemos dado todo y la esterilidad se nos ha introducido en el alma sin darnos cuenta. El origen de nuestra desgracia estuvo cuando vendimos las armas para comprarnos espejos. El mundo aplaude nuestro escenario repleto de antiguo atrezo. Todos contentos, el espectáculo continúa y que duren eternamente las ovaciones y la representación de la belleza inmutable. Nosotros, los de aquí, más complacidos si cabe, a pesar de que el tiempo transcurre inexorable, sin querer reconocer que la supuesta belleza puede transmutar en una desgastada mueca auto paródica. Cuando aparece una molesta arruga, maquillamos un poco siguiendo los cánones de siempre y adelante, siempre adelante. Narcisos redivivos, todos, mirándonos eternamente felices. Hubo un tiempo que la imagen de afuera-adentro, sólo me parecía una postal sin demasiado interés, por obvia. Últimamente estoy notando que mi relación con Ella está cambiando, e intuyo que todo lo que ha sucedido y sucede tiene sentido. Quizá será mérito o culpa de la edad, esa que aquí nos sobra por doquier. En este preciso momento quiero seguir aquí, ya para siempre, por los siglos de los siglos; aunque cubriré el espejo con el manto del necesario olvido.
…Cualquiera que lea y vea las imágenes de estos últimos días, podría pensar que estoy realizando el guión que escribió Rilke hace noventa y ocho años (cuestión que me daría exactamente igual, por cierto). Pero no, no es así (creo, aunque nunca se sabe del todo), desde un tiempo que ya casi no puedo recordar, siempre he pensado lo mismo. Este paisaje lo tengo metido en las entrañas, es mi paisaje, el de mi niñez…
«En este paisaje no puedo menos de pensar en un profeta que se levanta del ágape, del convite, de la reunión, y ya entonces, todavía en el umbral de su casa, se cierne sobre él el don profético, la profecía inmensa de implacables visiones: tal es el ademán de la naturaleza en torno de esta ciudad, y hasta en la ciudad misma, aquí y allá, esa naturaleza mira hacia la altura y la conoce, y tiene una revelación» Rainer María Rilke