"Como un tapete gris/llegan la noche y el espanto." Álvaro Mutis
…Mi cuerpo, yo (es lo mismo) y Naty, nos hemos dado una vuelta por Burdeos y luego por París. Luego, hemos vuelto a la Travesía. Después, otro paseo corto por Lisboa, y a la Travesía, siempre allí, quietecito. Sólo me muevo cuando viajo; el problema es que no soy un viajero, sino un convencional turista. Lo único que me diferencia de los miles de turistas que abarrotan las calles y las inmediaciones de los edificios singulares y monumentales, es el tamaño de mi cámara. La mía, siempre es la más grande, con diferencia, ¿será que soy un fotógrafo -friki-? Lo que más me agradaría de esa posibilidad es que, si lo fuera, me diferenciaría mucho de Cartier Bresson, y no sólo por el alcance de la obra (la de él llega más lejos), sino también, porque él no fue -friki- en absoluto. O tal vez si y yo no logro entenderlo. Su discreción fotografiando le hacía invisible y de una levedad cercana a la banalidad. Creo. Utilizando mi cámara, la discreción es sencillamente imposible. Lo que no sé, es hasta qué punto es casualidad o un síntoma de «frikismo» inconscientemente vocacional e irreprimible. En esta fotografía, por ejemplo, me acerqué a este hombre, que esperaba tranquilo a que le cubriera la noche mirando abstraídamente al río que tenía enfrente. Con obvias y aviesas intenciones me coloqué frente a él mirando por el visor de mi aparatosa cámara; nada más percatarse, cogió el periódico que tenía doblado a su lado y se lo puso delante de la cara. Cuando hice la fotografía y me di la vuelta, dejó el periódico y siguió mirando el río…
Cuál sería la palabra clave para definir la ciudad? Una sola entre todas ¿Es posible ese terrible y desquiciante ejercicio de síntesis? ¿Por qué no? Nada lo impide. El riesgo sería la inexactitud; o tal vez una falta grave a la verdad. ¿Qué es la verdad? Está obligado el creador (o hacedor) a llegar a la verdad? Algunos piensan que sí. Yo no. Un tal Sánchez Cámara (no sé quién es) dice: «El artista no debe expresarse a si mismo, sino intentar expresar la verdad de la belleza». Soy incapaz de establecer la línea divisoria entre los componentes neuronales del autor, conformados no sólo por quiméricas herencias genéticas, sino también, por sucesivas capas de tiempo y experiencia, y lo que sería capaz de hacer como «aséptico» intermediario entre la verdad de la belleza y el acto o la materialidad de lo que crea. Los artistas, esencialmente, regurgitan, todo, incluso lo que existe a la izquierda de su propio tiempo. No me creo la mística absoluta, o la iluminación, o la pureza de un improbable sumo sacerdote artístico o chamán, como intermediario con el Dios supremo y absoluto de la estética…
«Cada uno tiene que absorber continuamente todo lo que pueda y expulsarlo luego» Thomas Bernhard
…Después me desplacé hacia el este. Llegué a las ocho a un espacio ajardinado, antiguamente una explanada de tierra, eso fue siempre. Hace años hubo en ella una estación de autobuses donde cogíamos el que nos llevaba en dirección a Navahermosa o San Pablo de los Montes, y también a Madrid. O tal vez no, y salían de la calle Cervantes. Apenas me acuerdo ya. Nos bajábamos, gracias al favor del conductor, en plena carretera, a diez kilómetros de la ciudad, en el cruce del camino a nuestra casa, en el cerro del acebuchal. Ahora, la remota explanada de tierra, está embaldosada y ajardinada. Muy bonita la han dejado. Bien, me paré e hice un par de fotografías con la cámara pequeña, a una iglesia, de las que aquí andamos muy bien servidos. Mañana seguiré contando este itinerario porque tengo que ir despacio no vaya a ser que me deje algo. «Pero nadie podrá conocer una ciudad si no la sabe interrogar, interrogándose a sí mismo. O sea, si no trata de descubrir por su cuenta los azares que la vuelven imprevisible y el misterio de su más íntima unidad». José Cardoso Pires.
TEMA SIETE. Ruta Toledo Mágico. A las diez y media de la noche (era sábado) estaba prevista “una salida nocturna para descubrir rincones misteriosos, legendarios y fenomenológicos” (lo misterioso, si es de noche, mejor que mejor). No fuimos. Más rollazos no, gracias. Además, Naty y yo nacimos en esta ciudad hace décadas y si no sabíamos de los misterios que planeaban descubrirnos, por algo sería, así que mejor seguir en la ignorancia…
La noche, tal vez; pero no como expresión limitada y ciega, sino como iniciación a lo inabarcable y perturbador. Una imagen, una percepción, una palabra por cada uno de los habitantes o visitantes. Por mí mismo no sabría elegir una sola palabra; y sobre las percepciones y las imágenes estoy trabajando ahora. Tan tarde ya. Es un camino que sólo vislumbro a veces, sólo a veces; y eso me hace continuar. Si supiera adónde voy, abandonaría inmediatamente. No pretendo duplicar la ciudad, sino duplicarme yo en ella. A estas alturas no me interesa el arte; ni la verdad, ni la belleza, ni la trascendencia: sólo me intereso yo. No, no es egocentrismo, sino impotencia (no sé gran cosa de nada y soy yo quien está más a mano). El recorrido de mi capacidad de observar sólo alcanza un metro escaso: la distancia exacta entre mis ojos y mi ombligo. Vuelvo a la palabra esencial: yo no la tengo, por eso la he buscado en otros y la he encontrado en Cervantes, en quién si no: «Peñascosa pesadumbre…». Sí, podría adoptar –pesadumbre-, ninguna mejor hasta que encuentre la mía.
