"Cuando finalmente supe quién era, ya no me importaba". Juan Antonio Masoliver Ródenas
No fue un doctor, sino una doctora, de verde también, quien me recibió. Como a mi me gustan más las mujeres que los hombres, el cambio me agradó (empezábamos bien).
-En las pruebas que te hemos hecho no hemos detectado nada anormal- me informó
Sonreí ampliamente y me sentí muy contento. Inmediatamente me entraron ganas de bromear con la doctora:
-Verás, estaba preocupado; una vez que se han doblado demasiadas esquinas, se ven fantasmas por todos lados-
-No te preocupes, una vez que llegas a las cuarenta, si te despiertas y no te duele nada, es que estás muerto-
Bromeamos y nos reímos un rato más y me marché de un excelente humor, sintiendo una gran simpatía hacia los médicos que dan buenas noticias. Cuando llegué a mi casa encendí los flashes, coloqué la cámara en el trípode y me hice esta fotografía sonriente y luminosa. Para celebrarlo.Bromeamos y nos reímos un rato más y me marché de un excelente humor, sintiendo una gran simpatía hacia los médicos que dan buenas noticias. Cuando llegué a mi casa encendí los flashes, coloqué la cámara en el trípode y me hice esta fotografía sonriente y luminosa. Para celebrarlo.
HISTORIA DE UNA DEPRESION FUGAZ.
Deprimido: 1 de marzo, 7:30 de la mañana. Nada más levantarme sentí el peso del mundo, del tiempo, de la falta de tiempo, de lo posible e imposible, de lo perdido, de la inevitabilidad. Decidí fotografiarme con todos esos pesos encima de mí y este fue el resultado.
Lunes, dieciséis de Enero. Me levanté animoso e incluso, enseguida, empecé a notarme hiperactivo. No sabía por qué. Los lunes suelen ser días de resaca (existencial), porque en los fines de semana deposito demasiadas expectativas que siempre se malogran. Es una rutina más. Pero bueno, así se construye la cotidianidad previsible que hace que todo sea algo más soportable (expectativas-decepción-vuelta a empezar, y así siempre). Como decía, a las siete y media de la mañana entré en –La habitación de retratar- porque unos días antes, accidentalmente, hice un pequeño roto en una pared. Intenté arreglarlo con precipitación y lo estropeé aún más. Me suele pasar cuando actúo con ansiedad, es decir, casi siempre, menos cuando duermo. No son momentos puntuales, no, que va, el problema es que yo soy La Ansiedad. Si algún investigador, teórico, o profundo analista del comportamiento humano tiene in mente hacer el tratado definitivo sobre ese síndrome, sólo tiene que acercarse a mi casa, describirme y ya lo tiene hecho. No necesita más…
Antonio Lobo Antunes: «y ahora, cuando debería comenzar, siento y sé, en la carne, el limitado espacio que me queda. Dios mío, esto es frustrante: yo dispuesto a empezar y el tiempo escapándoseme». Claro; yo siento vértigo cuando me tropiezo con las fechas de realización de fotografías que aún percibo en la vibración de la cámara. En ocasiones han pasado cinco o diez años y la luz que las iluminó todavía pervive en mi memoria, como si fuera luz de ayer mismo. Menos mal que este diario es una máquina de exterminio de mórbidos recuerdos: cada día mato uno.
Mientras creemos tener algún valor, nos hacemos daño.
Antonio Porchia
MIS ÚLTIMAS LECTURAS (desordenadas e impulsivas). Que empiece la fiesta, de Niccolò Ammaniti; Me ha decepcionado Ammaniti, a pesar de que lo terminé y de que es una narración ágil y delirante, muy divertida y ocurrente. Sumamente entretenida, pero de la que esperaba algo más de alcance. De esta novela, no obtuve ningún botín en modo de cita seria para alimentar este diario. Sí, eso me gusta mucho, pillar citas de otros para cubrir mis agujeros, mis simas de insuficiencia. Me digo: a ver si entre lo poco que se te ocurre a ti, tío, y lo mucho que se les ocurre a los demás, consigues hacer algo con sentido. El Ruletista, de Mircea Cartarescu, de este autor, algunos relatos sueltos también. Cartarescu ha sido otra cosa, grave, misterioso y fatal. Gran relato corto que leí con sumo interés. De esta obra sí he sacado cosas provechosas para mi entendimiento. Autor rumano, completamente desconocido para mí, al que seguiré leyendo, sin duda. «Quizá no viva dentro de una historia importante, quizá sea tan solo un personaje secundario pero, para un hombre que afronta el final de su vida, cualquier perspectiva es preferible a la de desaparecer para siempre». Mircea Cartarescu. Por último, Un árbol caído, de Rafael Reig, autor al que tampoco conocía. Lo he pasado estupendamente con esta novela porque sus personajes tienen todavía pegada al culo la última parte de la historia de este país. Como yo. «No pude evitar pensar que Lola estaba viviendo una segunda juventud, esta vez como farsa en lugar de tragedia. La vejez es otra adolescencia, pero desfigurada, reflejada en un espejo cóncavo. Como los adolescentes, los viejos se encuentran de repente encerrados en un cuerpo distinto y desconocido, en el que se sienten torpes y que les hace tropezar con los muebles; sufren alteraciones de carácter y un interés turbio (y a menudo compulsivo) por el sexo, menosprecian a los adultos (a sus padres o a sus hijos) y sienten tanta curiosidad como miedo hacia lo que tienen por delante. El principio y el final de la vida adulta se parecen, aunque deformados, como si se burlaran el uno del otro». Rafael Reig. Es curioso, casi todas las citas extraídas, o al menos muchas de ellas, giran en torno a lo mismo: el paso del tiempo y la decadencia. Sospecho por lo que es. De todas formas, para disimular, hoy traigo al diario un autorretrato de hace diez años, que no creo que consiga evitar que me dé por aludido.