La luz penetraba con la violencia de una cuchillada sórdida y vengativa…
De vez en cuando,
levanto mi vieja cámara pequeña y la despierto,
ella tiene una facultad prodigiosa,
que utiliza a veces, caprichosamente,
a impulsos desconocidos, incluso para mí;
capta en forma de aura o halo luminoso, la potencia
de las personas que fotografía.
Lo que no sé si se trata de potencia espiritual,
sexual, anímica, esotérica, intelectual;
en fin, no sé, me desorienta; porque actúa con unos que sí
y otros no.
En este grupo de tres personas: dos sí y una sólo un poco.
En este caso no sé qué pensar; sería potencia:
¿sexual o espiritual, o tal vez esotérica?.
Veintidós de mayo de dos mil ocho,
o un día sin ganas de nada.
El desánimo sin fondo. El vértigo más allá de todo significado.
Somos el artificio de nosotros mismos.
Vergílio Ferreira
Salgo de mi casa a las nueve menos diez,
de la mañana
sin ganas
voy a la ciudad. Hoy es fiesta mayor.
Pero no tengo ganas
de fiestas mayores, ni menores.
Para llegar tengo que subir una pronunciada cuesta;
despacio, sin ganas.
ES FIESTA mayor (las menores tienen menos gracia) y las gentes salen a la calle vestidas para la ocasión. No tengo nada ver con ellos (los que actúan y los que miran), ni con ella (la fiesta), y, naturalmente, no voy vestido para la ocasión. Deambulo lentamente. Llevo muchos años viviendo aquí, pero nadie me conoce. Yo sí los conozco a ellos y no me gustan, quizá ellos lo saben y por eso me ignoran. Si tuviera algo mejor que hacer ni siquiera habría salido a la calle.
Tuve que pasar unas pruebas sencillas y contestar a unas preguntas, también fáciles, negué todo, naturalmente (por si acaso). El resultado fue positivo: prueba superada. Puedo seguir conduciendo coches, que es lo único que todavía me atrevo a conducir (despacio). Luego, ya que estaba en la calle, me he animado a callejear un rato, pero con desgana.