"Aquí no hay más camino que el de antes de la curva, y/ antes de la curva/ el camino que hay no tiene curva alguna". Fernando Pessoa
DIGRESIÓN OCHO. Llévame a casa, Jesús Carrasco (2021). Ebook: Editorial Planeta (2021).
Intemperie (2013), me gustó mucho; la película, de Benito Zambrano (2019), también. La tierra que pisamos (2016), se me cayó de las manos. No pude con esa novela, por lo tanto, no tengo opinión. Nada mas aparecer ésta última oí una entrevista que le hicieron a Carrasco (Laura Barrachina, El ojo crítico), y me encantó, tanto la entrevista como la capacidad del autor para desplegar un discurso preciso, espléndidamente articulado y dicho. Entonces, porque lo que contó de la novela me interesó vivamente, y también por ser autor de referencia para mí, comencé a leer inmediatamente.
Dividiría la historia en dos partes: Juan fuera, Juan dentro (de la familia). Emotivamente, me enervó la primera por la gran fuerza que imprime a su prosa, por la rabia que contiene, por la conexión dramática con la que conecta todos los componentes emocionales, sociológicos, culturales, existenciales y familiares. Brillante y poderoso. La segunda parte, inexplicablemente, me aflojó la tensión y hasta la atención, quizá porque el protagonista absoluto, Juan, emprende sufridamente un papel que no le toca (o sí): el de buen hijo, en un entorno cultural y moral que me es tan próximo como pegajoso. Y no, no es porque no contenga verdades tan contundentes como martillazos a la hora de reflexionar sobre las responsabilidades morales con la familia. Nuestras vidas están subordinadas a ella, nos guste o no, tanto en el inicio como en el final. En medio, solo algunos momentos de auténtica libertad. Y, lo más tristemente gracioso del asunto, es que nada de esas determinantes circunstancias las elige uno mismo. Carrasco, con un talento literario de alta gradación, es capaz de colocarte, sin anestesia, frente a esa realidad, tan inmediata, tan humana. Novela esencial. Se da la circunstancia de que vivo en el mismo escenario en el que se desarrolla la historia. Es un paisaje propio y unas gentes tan cercanas que leerla ha sido como asomarme a mi vida y compartir una comida familiar en un comedor que podría ser el de mi propia familia. La fotografía, por ejemplo, es de un camino por el que corretea el protagonista y su amigo.
UNO de OCTUBRE: de pronto, previsiblemente, aparecieron las lluvias. Es una contrariedad, porque si persisten me impedirán algunos días de toma que tenía previstos antes de que aparezcan las crudezas invernales que tanto me condicionan. Llevo días pensando en volver a las cuevas de La Mancha. Me dejé algunas cosas por hacer. Ya veremos. Si vuelvo, lo cuento, seguro. Dependo del sol, de si aparece o no, porque los interiores, sin luminosidad fuera, quedarían planos, turbios, sin matices…
…La llorosa niebla (tópico abominable, pero que mantendré porque es lo primero que se me ha ocurrido y hay que confiar en las propias limitaciones), y la luz difusa, hacían que las formas, los perfiles, los volúmenes parecieran diferentes, nuevos para mí (algo más de tópico). Enseguida comencé a fotografiar con impaciencia todo lo que se encontraba en mi campo de visión; incluso a ciclistas que corrían como alma que lleva el diablo. Temía que la luz amiga de mi decisión se disipara y tuviera que volverme decepcionado…
DIEZ REFLEXIONES EXISTENCIALES DE UN HOMBRE INVISIBLE IX.
«Un hombre que escribe nunca está solo». Paul Valery. Mi paisaje está despoblado, apenas si hay tres o cuatro figuras que me mantienen en relación con el mundo vivo externo (a veces no tan vivo). Me he convertido en un codicioso coleccionista de tiempo propio, intransferible e incompartible. El tiempo es una amante insaciable y al mismo tiempo huidiza que, a poco que me descuido, se aleja de mí sin compasión. Como si fuera una Lolita inmaterial que me esclaviza, huyo con ella para así disfrutar de su compañía sin interferencias. Mi tiempo elegido (compartido o no) lo amaso, lo acaricio, lo como, lo bebo, lo esnifo, lo paladeo. Es dependencia y desesperación por su incesante huida. Leo, escribo, fotografío, sobre él y pensando en él, para no darme cuenta de su inmisericorde pérdida. El drama se atenúa si al menos convivo con él lo más intensa e íntimamente posible. Siento tristeza; hay personas que todavía perviven en mi corazón y a las que ya no veo porque no tenemos nada que ofrecernos; nuestras mercancías existenciales ya no son intercambiables y hemos perdido demasiada sangre en el trayecto. Sólo queda tiempo para avanzar por un camino solitario, ligeramente empinado y despoblado, y cuando la fatiga aparezca descansar un rato antes de seguir cada vez más solos. Al menos siempre quedará la tarea íntima y consoladora de contarlo aunque nadie lo escuche; quizá con eso baste. « Goza sin cesar de la soledad.» Marco Aurelio.
…No se debería morir en lugares excesivamente iluminados. El mundo tendría que organizarse en espacios consustanciales a los ciclos vitales: luz para nacer; colores fuertes para adornar el tiempo de la loca y exuberante inconsciencia; también temperaturas acogedoras donde gozar de la intensidad que posibilita la madurez, y así, poco a poco, ir llegando desde la calma del gris suave hasta el negro profundo o el blanco gélido del vacio, donde el morir sea un acto de intensa y natural emoción…
NADA QUE ESCRIBIR XVIII…
«Creo en los signos secretos, en las llamadas que vienen de muy lejos, en las coincidencias fatales, porque nos relacionan con cosas invisibles a las que debemos hacer caso». Balthus