En los viajes, los transeuntes se colocan, azarosa e inadvertidamente, en el sitio adecuado para el relato…
También esta calle de Coimbra. Obsérvese la inquietante colocación de las personas que caminan por la calle y que percibí en el momento de fotografiar, aunque yo no sea un gran artista, porque si lo fuera, alguien entendido en arte contemporáneo, como Pilar Ribal, por ejemplo, podría decir de esta fotografía: «Frío desconcierto y un punto de inquietud produce la observación de este espacio simbólico habitado por esos típicos dobles humanos anegados de luz con que el artista compone su lúcida y un tanto pesimista metáfora sobre la incomunicación y la inestabilidad del sujeto contemporáneo» y quedarse tan tranquila e incluso satisfecha (aunque el párrafo que acabo de transcribir se refiera a los personajes creados por Bernardí, el de estos últimos días; ese sí gran artista, por cierto).
-En las ciudades, escenarios de representación permanente que aúnan -lo que fue o pudo ser, lo que es y lo que podría ser; lo visible e invisible- camino y fotografío con la ilusión de salirme de mi propia existencia para adentrarme por un instante en otras. No ambiciono captar el alma de una ciudad determinada, sólo no perder la mía-.Con este párrafo termina el texto que nadie vio y mucho menos leyó (si lo hubieran visto, tampoco lo habrían leído), en la ciudad del noreste de la península ibérica.
(sábado por la mañana) Andábamos despacio, el sol se mostraba indeciso: imponía su brillante presencia o dejaba paso a la lluvia. Enseguida desembocamos en la Praça do Comércio. Allí estaban de maniobras con una muestra portátil de árboles. La mañana prometía gozosos momentos que se presentían en el aire. ¡Tierra! ¡Tierra! Aunque mejor diría ¡cielo! ¡cielo!, porque sin duda estamos en el paraje de la famosa Lisboa. Cervantes.
…por ejemplo, de un reputadísimo artista contemporáneo llamado Damián Hirst, participante celebrado en la última Bienal de Venecia con una muestra titulada New Religión, en la que metamorfosea los iconos de la religión católica (apóstoles ) en productos farmacéuticos (píldoras, cápsulas, antidepresivos, etc.) y la hostia en paracetamol de mármol. No he visto la muestra, recojo la información de la crítica, pero creo que debe ser la «hostia» la imagen de San Pedro en forma de aspirina, o la de la virgen con forma de cápsula de Prozac. Pero no es este último trabajo de Hirst el que me hace gracia (creo que debe ser una propuesta «seria»), sino lo que hizo hace unos años: metió un tiburón en formol, lo vendió por doce millones de dólares a un coleccionista y ahora, el dichoso tiburón, se está descomponiendo. Genial. No sólo no le persiguen por «trilero» (ahora un bonito tiburón, ahora un bonito tiburón putrefacto, ahora nada: no ha tenido suerte el caballero!), sino que le aplauden hasta el paroxismo…
DIGRESIÓN DIEZ.Noticias felices en aviones de papel. Juan Marsé, (2014). Las ilustraciones: María Hergueta; sencillas y evocadoras. Poéticas y respetuosas con la historia de Marsé. Enriquecen este bello y breve libro. La idea: brillante y poética. Los personajes: entrañables, locos, desesperadamente vivos. La señora Pauli: Hanna Pawlikowska, fumadora y generosa, vieja ya, con una infinita capacidad de amar y soñar. El loro: parlanchín, de plumaje intensamente azul con una franja verde. Bruno: un chico despierto y bueno, solitario,con pasado a pesar de sus pocos años, y con futuro (todos los chicos listos lo tienen). Ruth (la madre), mujer profundamente desorientada, sola y creyente en una vida mejor. El señor Raciocinio (el padre): hombre de mediana edad que no ha sabido conjugar la palabra -realidad- sencillamente porque no es un verbo. El Cocoliso y su hermano: chicos marginales y malhablados y enfermizos que creen en los negocios y viven mágicamente en el pasado y en un presente imaginario. Los aviones de papel: siempre con buenas noticias, pero que nunca llegan a ningún sitio, como los propios hechos que anuncian. La acción: seres que se debaten, agitan y anhelan mundos ideales y felices que no encuentran nunca. El desarrollo: fluido y en permanente tensión narrativa. El desenlace: sorprendente, misterioso y abierto a la vida y los sueños. Novela breve y maravillosa. Y triste. Y lúcida. Como no tengo foto ideal para esta bella historia, ni de aviones de papel, ni de loros, ni de bailarinas polacas de Varsovia, acompaño el texto con una cualquiera de esa ciudad, mejor que de Barcelona, donde se desarrolla el relato (por ser ciudad hostil), como rendido homenaje a esta obra; y como quizá sepa a poco, además incluyo la primera frase de la novela: «Y nunca olvides que el amor verdadero que puedas merecer de una mujer no será el que estás buscando si no el que no sabías que estabas buscando». Juan Marsé
En Nueva Orleáns nos gustó el día y la noche; algunas ciudades son diurnas, otras nocturnas, pero las mejores, las que me gusta vivir aunque sólo sea unos días, son las que ofrecen ambas caras. Es más, prefiero las nocturnas, porque a esas el día les viene dado por si mismas. Durante las tres noches que paseamos Bourbon Street, en ambos sentidos, no faltamos a la actuación de Big Al Carson. Sentado, tranquilo, sin apenas moverse (pesa en torno a 225 Kg), cantando soul y blues con fuerza, y bromeando con los clientes, sobre todo con la canción Nursery Rhymes. Para él nosotros éramos los franceses. Qué más daba. Es curioso, todos los americanos que intentaron adivinar nuestra procedencia opinaban que éramos franceses; aunque no sé por qué, no creo que lo parezcamos.