Las equidistancias, una modalidad de sabiduria espacial y existencial…
Ayer me aparté de mi propósito del día uno de este mes: escribir sobre una selección caprichosa de fotografías del VIAJE. Pero es que de la fotografía de ayer no se me ocurrió nada que decir, salvo que en una ventana de un edificio de ladrillo, en Turín, había un retrato del divino Marcello (Mastroianni). Eso era evidente, por lo tanto, no tuve nada que añadir. Hoy tocan tres hombres feos descentrados: aunque consiguieron la equidistancia y actitud perfecta, se colocaron a la derecha, descuadrados en relación a la arquitectura de la fachada. Por culpa de esta lamentable descoordinación es una fotografía fallida. En este preciso instante de la escritura es cuando recurro a las metáforas. Me suelo agarrar a ellas desesperadamente, son tablas de salvación para una escritura justita de recursos. Claro, podría hablar de desajustes vitales, del tempo fotográfico, del azar, de la realidad aparente y de algunas cosas más, pero para qué. Estos tipos, por su imprecisión a la hora de caminar por una calle de Milán me fastidiaron una fotografía graciosa. Maldita sea. Fue culpa suya, sin duda.
«No creo que me interesaran tanto los franceses, si no se hubieran aburrido tanto a lo largo de su historia, pero el aburrimiento está desprovisto de infinito…En cierta medida, las catedrales francesas son compatibles con el buen gusto. No abusan de la arquitectura: no la comprometen con la búsqueda del infinito…El infinito carece de lugar en el paisaje francés. Las máximas, las paradojas, las notas y las tentativas, sí…Francia está desprovista de la faceta irracional, de la posible fatalidad». E. Cioran (De la France, 1941)
«El bosque del viandante moderno es la ciudad, con sus desiertos y sus oasis, su coro y su soledad, sus rascacielos o sus mesones de las afueras, sus calles rectilíneas en fuga hacia el infinito». Claudio Magris
UN PRODUCTIVO VIAJE A MADRID (ocho de diciembre) VII. Más tarde, a las diez y media, cena en un restaurante portugués, que parecía poco portugués porque, salvo el bacalao a bras (que tanto nos gusta), el resto de la carta no parecía de procedencia portuguesa. No obstante, la cena estuvo bien, salvo por un pan correoso e infame y un postre que parecía de producción industrial. No volveremos…
Para romper el círculo vicioso deberemos encontrar un camino intermedio entre el de los cobardes, que sólo esperan lo que ocurre, y el de los ilusos, que únicamente se afanan por lo que nunca ocurrirá.
Rafael Argullol
Por las calles de las ciudades circulan personas; bien gentes que viven en ella o visitantes ocasionales. Ineludiblemente, a la hora de fotografiar en una calle, es inevitable, y en la mayoría de los casos conveniente, que aparezcan esas personas. Añaden a las imágenes vitalidad, dinamismo, equilibrio e incluso misterio. He preguntado al «fotógrafo», qué criterios de composición utiliza para superar la mera anécdota y conseguir que esos azarosos transeúntes se conviertan en piezas clave de sus visiones urbanas. Racionalmente no lo tiene claro. Una vez más hace lo que más le gusta; salirse por la tangente. Me habla del azar, del equilibrio fugaz, del instinto, del golpe de vista súbito. En fin, lo de siempre. Bien es verdad que manejar con talento esas variables urbanas tan imprevisibles resulta complicado, pero claro, este individuo-fotógrafo no tiene ninguna responsabilidad ante nadie, lo cual supone que puede permitirse fotografiar incansablemente y esperar que sea la suerte la que decida. Me dice que: -la cuestión estriba en trascender la «casualidad», para llegar a una fotografía en la que se combinen los componentes azarosos equilibradamente y concluir en una imagen donde haya preguntas, medias respuestas, misterio, sugestión y belleza-. ¡Qué bonito! –le digo-. Le pregunto por el título de la serie y me contesta que podría ser -Las ideas interesantes-. Le hago notar que tenga cuidado con los valores y palabras que maneja, porque se le pueden volver en contra. Le propongo que lo cambie por -Las bellas ideas-, y para apoyar mi argumento le cito a René Magritte: «Creo firmemente que la expresión «interesante» perjudica a una idea bella: el interés es para la idea. Las que necesitan para «pasar» por elocuencia, por ejemplo, son incapaces de valer por sí mismas». No sé lo que hará.