Algunas fabulosas ciudades de Europa…y Cáceres, también magnífica y también Europa, supongo…
DOS MANERAS DE ENTENDER VIVIR, DOS MANERAS DE ENTENDER MORIR II: justamente al otro lado del depresivo tipo de ayer, en el lado bueno, estaba Oliver Sacks. En un último libro, Gratitud, poco después de saber que solo le quedaban unos pocos meses de vida, daba gracias a la vida, la que había llevado y cómo la había vivido. Un privilegiado gracias a una superior inteligencia emocional. Transcribo unos párrafos de Sacks, de Gratitud: “No considero la vejez una época cada vez más sórdida que uno tiene que soportar e ir trampeando como puede, sino una época de ocio y libertad, en la que te ves emancipado de las artificiosas urgencias de años anteriores, y esa libertad me permite explorar cuanto se me antoja, e integrar los pensamientos y sentimientos de toda una vida… Estoy impaciente por cumplir los ochenta…En los últimos días he sido capaz de ver mi vida desde una gran altura, como si fuera un paisaje, y con una percepción cada vez más profunda de que todas sus partes están conectadas… Aunque eso no significa que yo no quiera saber nada de la vida. Por el contrario, me siento intensamente vivo, y quiero y espero, en el tiempo que me queda, estrechar mis amistades, despedirme de aquellos que amo, escribir más, viajar si tengo fuerzas y ser capaz de comprender y conocer más y mejor…De repente veo las cosas con claridad y perspectiva. No queda tiempo para lo superfluo…No voy a fingir que no estoy asustado. Pero mi sentimiento predominante es el de gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído y viajado, he pensado y escrito. He mantenido un diálogo con el mundo, ese diálogo especial que mantienen los escritores y los lectores. Por encima de todo he sido un ser sintiente, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, en sí mismo, ha sido ya un enorme privilegio y una aventura”. Oliver Sacks
«En Turín todo es aparición. Uno llega a una plaza y se da de bruces con un hombre de piedra que te mira como sólo son capaces de hacerlo las estatuas». Giorgio de Chirico
No concibo el viaje sin vivir durante horas en las plazas de las ciudades que visito. En ellas se condensa la experiencia de mirar la representación de la vida en movimiento. Espacios abiertos y cerrados al mismo tiempo; espaciosos o recónditos, populosos o vacios, inhóspitos o acogedores, pero siempre reveladores e intensos. Cuando me voy aproximando a ellas caminando me invade una cierta ansiedad, un anhelo de belleza única, inédita hasta entonces para mí. En el borde mismo, sin atreverme aún a penetrar en su recinto, miro e intento comprender. Luego, me dirijo despacio al centro y observo el perímetro de edificios que la conforman…
BERLÍN (del cuatro al nueve de agosto de dos mil quince). Foto 22
De pronto, cuando solo llevábamos un rato en Berlín, me dio por hacer una broma que repetimos con frecuencia: -vamos a ver, le decía a Naty, ¿tú qué prefieres, ser Europea o de Zimbabue? (por cierto, cuando enuncié la pregunta de ese país nada sabía, salvo que está en África, y ahora sigo sin saberlo, pero me enteraré por la wikipedia). Las respuestas eran intercambiables dependiendo de cómo nos estuviera yendo. Pura frivolidad, aunque quizá no tanto porque la metáfora estaba servida. Se trataba de estilos de vida, claro, o más bien de técnicas de supervivencia. Asfalto o tierra. Lo último o lo ancestral; la confortabilidad y sofisticación del primer mundo o los rudimentarios mecanismos de más sencilla comprensión. Y así, todo así, dicotomías de guasa. Claro, la broma era un tanto simplista, dado que ambos nos sentíamos de aquí y ahora, sin sombra de duda, y sobre todo después de que ambos hayamos leído la novela de Paul Theroux, En Lower River. Creo que se me está yendo un poco la cabeza…