Debajo de las apariencias siempre hay niños…

ARTICULOS DE OPINION EN PRENSA, O COMO EN “La Tercera, de ABC” HAN RECALADO ALGUNOS PALADINES DE LA AUTOAYUDA. La Memoria 2. Leí el artículo con avidez, dado que no me siento cómodo conviviendo con una memoria perversa, algo así como si las células de su estructura hubieran mutado en cancerígenas. Pero, el señor Rojas, no ayudaba a clarificarme, o sí, y lo que pasaba es que me resistía porque sus diagnósticos oscurecían mucho más mi proceloso horizonte. Dice el preclaro catedrático (Rojas): “Hay una memoria buena que es aquella que se refiere a hechos positivos y que, si tiramos de ella, salen muchas cosas que hemos ido experimentando y que nos alegra repasarlos”. La mía no es Buena, qué va, hace años que no consigo traer al primer plano recuerdos “positivos” o gozosos. Luego me es de ajustadísima aplicación la Mala; a saber, siempre según Rojas: “Hay una memoria mala que retiene lo negativo y que si uno no ha sido capaz de pasarlo a segundo o tercer plano de la despensa biográfica, aquello sale a menudo y supone un sufrimiento intermitente, que afea la personalidad y la vuelve tóxica”. Sí, Rojas, tienes razón, por eso la mía, perversa y enfermiza, es la causa de que mi personalidad sea fea como una pestilente cloaca. Y tóxica, claro…

ARTICULOS DE OPINION EN PRENSA, O COMO EN “La Tercera, de ABC” HAN RECALADO ALGUNOS PALADINES DE LA AUTOAYUDA. La Memoria y 4. Pero Rojas, no contento con haber llegado tan lejos, como adalid de la existencia lúcidamente cremosa sigue insistiendo: “Una persona madura es aquella que vive instalada en el presente intentando sacarle el máximo partido; tiene asumido el pasado y ha sido capaz de ir cerrando las heridas y traumas de atrás, con todo lo que eso trae consigo; y vive sobre todo abierta hacia el futuro, que es la dimensión más prometedora, ya que la felicidad consiste en ilusión (…) Aprender qué cosas debemos olvidar es sabiduría. Madurez es saber echar fuera de nuestra memoria todo aquello que ha sido perturbador y quedarnos con las lecciones aprendidas de aquellas experiencias. Pero borrando la parte dañina”. Qué bonito señor Rojas y qué bonita debe ser la eficiente memoria selectiva, y cuánto siento que para mí sea un nirvana inalcanzable, un paraíso imposible. Si poseyera la sabiduría de la que habla Rojas, no sería necesario creer en la gloria prometida por la fe católica (en la que ni siquiera creo), porque vivir en este mundo sería como jugar todo el puñetero día con nimbados angelitos pastoreados por el mismísimo Dios.

ARTICULOS DE OPINION EN PRENSA, O COMO EN “La Tercera, de ABC” HAN RECALADO ALGUNOS PALADINES DE LA AUTOAYUDA. La Memoria 3. Pero me pregunto, si los recuerdos son la sustancia misma de lo vivido, y si de ésta elimináramos los Malos, acaso nuestra experiencia no quedaría expuesta a ciertas limitaciones inauténticas por demasiado retoque “feliz”? O, dicho de otro modo, no podría ser que cayéramos en una autocomplacencia flácida y boba? Sé de algunas gentes que viven en un permanente retoque existencial y sí, parecen tonta y vanidosamente satisfechas, pero a mí no me despiertan ni el más remoto interés (por falaces, persistentemente vanidosas y hasta estúpidas). Sigue el autor: “La felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria. La capacidad para olvidar lo malo, lo dañino, lo que hizo sufrir de alguna manera, es fundamental. Uno necesita reconciliarse con la parte mala de su pasado. Y esta es una tarea importante, porque si no uno se puede convertir en una persona agria, amargada, resentida, dolida y un poco echada a perder… lo que llamaban los clásicos, una persona neurótica: que vive con conflictos no resueltos que de forma intermitente asoman, saltan, se ponen de pie y piden paso… con todo lo que eso significa”. Enrique Rojas (psiquiatra). Ahí es nada, siento escalofríos por lo radicalmente equivocado que estoy, conjugando fracasos todo el santo día. Bien es verdad que me salen de modo automático, como una pesada manía recurrente, de lo que infiero que mi naturaleza está muy enferma y me temo que incurablemente…

En las últimas páginas las lágrimas se me venían
encima sin darme cuenta.
El mono robaba los nombres a inocentes…
y los inocentes olvidaban sus nombres
pero también sus sufrimientos.
Hay tantas razones para sufrir, que
me he emocionado con la maldad piadosa del
mono de Murakami.

Llego a la plaza principal y todo está ya preparado.
Aparecen la tarasca, los gigantones y las gigantillas.
Ellos parecen desganados, también.
Siempre es lo mismo: la eterna repetición;
pero vivo aquí y hoy no tengo otra cosa que hacer,
que dejarme llevar entre sombras y costumbres
cansadas.

ARTICULOS DE OPINION EN PRENSA, O COMO EN “La Tercera, de ABC” HAN RECALADO ALGUNOS PALADINES DE LA AUTOAYUDA. La Memoria 1. Vengo escribiendo en este diario, de vez en cuando y desde hace mucho tiempo, sobre el tormento que me inflige mi memoria trayéndome incansablemente a la consciencia situaciones de mi pasado en las que salgo muy mal parado. Muchas. Me tortura incesantemente, sin tregua, ni tan siquiera me concede el respiro y el consuelo que podría proporcionarme algún buen recuerdo, de vez en cuando. Por si fuera poco el lamentable síndrome de memoria asesina, un tal Enrique Rojas, que al parecer sabe mucho de memoria (es catedrático de psiquiatría, nada menos), en un sesudo y evangélico artículo del diecinueve del mes pasado, desarrolla una gran teoría sobre aplicar un conveniente pragmatismo en el comportamiento de la memoria, al menos las que habiten en mentes sanas;  por el contrario, las que lo hagan en cabezas precarias, de inteligencias claramente insuficientes, no parece que tengan solución, me pareció entender.  Dice: “Una buena inteligencia sabe computar lo vivido con lo sabido, la experiencia de la vida con los distintos conocimientos que uno ha ido aprendiendo”. Pero no acaba aquí la reflexión de Rojas, a medida que se engolfa en sus vastísimos y bienintencionados conocimientos, mi caso fue empeorando alarmantemente, así que necesito más días para intentar desentrañar sus sabias orientaciones. Seguiré mañana…