El perdedor tembloroso...

DOROTHEA TANNING (1910-2012): Detrás de la puerta, invisible, otra puerta. Espléndido y sugestivo título. Muy literario. Dorothea fue la quinta mujer de Marx Ernst, pintor surrealista, durante treinta años. Ella, en muchas de sus obras, también fue surrealista. No conocía a esta artista, hecho que tiene que ver con mi incultura y no con su importancia, desde luego. Quizá había visto alguna de sus obras, pero no las recordaba. Del texto del folleto de presentación de la exposición: “Pretendía llevar al espectador hasta un espacio donde todo se oculta, se revela, se transforma súbita y simultáneamente; donde se pueda contemplar una imagen nunca vista hasta ahora”. Dorothea Tanning. Artista fuertemente implicada con la literatura, su obra parece estar inspirada y referenciada con un mundo culturalmente amplio y complejo. Contiene y ofrece un mundo misterioso, onírico e imaginativo único. Personajes fríos, distantes, en un estado de trance que parecen conectar con un secreto esencial, incomunicable pero contagioso. Su obra hunde sus raíces en los ambientes familiares infantiles: “El hogar se convierte de este modo en el espacio surrealista por excelencia, y su familiaridad se vuelve extraña”. Cartela exposición. Miras y miras sus personajes, inmersos en metafísicos escenarios y, aunque resulta imposible entrever sus designios, la atmósfera que impregna las composiciones y la coreografía intangible en la que han quedado detenidos, resulta hechizante. “un mundo de asombro perpetuo”…

EL CUENTECITO DEL OCHO DE SEPTIEMBRE  II. Un escenario perfecto, aunque no muy alentador, sobre todo porque me encontraba sin ideas. Me quedé en suspenso preguntándome…y ahora qué coño hago? El umbral de luz era muy bajo, lóbrego. Monté la cámara sobre el trípode y comencé a fotografiar lo primero que se me ocurría. En estos casos, mi cabeza funciona con un cierto automatismo muy experimentado ya por décadas de ensayo. Siempre utilizo los elementos que me ofrece el sitio, alguna ropa ad hoc y yo mismo. Hasta ahí llegan mis recursos. Una «idea» me suele llevar a otra y esa a otra. Y luego algunas más. De pronto se me ocurrió que en los encuadres debía haber un personaje agónico en el borde mismo, como si fuera una presencia que podría estar o no pero que, de cualquier modo, estaba a punto de desaparecer, de caerse de la escena, o de ni siquiera haber llegado a ella…    

EL CUENTECITO DEL OCHO DE SEPTIEMBRE  I. Tanto la fotografía de ayer como las siguientes están realizadas el mismo día ocho de septiembre a lo largo de unas horas. Y el cuentecito va de lo que pasó en ese tiempo, que es por lo que me ha dado desde siempre y sobre todo últimamente. Bien, mi campo de operaciones frikis era un edificio cerrado en estado de deterioro y abandono, en el centro de la ciudad. No contaré como conseguí que me abrieran la puerta, porque fue circunstancialmente fácil y porque carece de importancia. Simplemente sucedió porque me empeñé en que ocurriera. Entré en el edificio a la una. No tenía planes de toma elaborados. Como siempre, confiaba en la suerte, el azar y mi «inspiración». Metí dentro la descomunal impedimenta y al Chuchi. Cerraron la puerta y allí nos quedamos, solitos y con unas horas por delante. Situación perfecta para mis afanes. Charlie enseguida se hizo cargo de la situación y persiguió alocadamente a algunas palomas que había en el interior. Corrí detrás para intentar salvarlas de su saña cazadora. A dos las encerré en una habitación y las otras dos conseguí que escaparan por una ventana. Bien, había que empezar, pero, así, de pronto, no sabía cómo. Como escenario solo contaba con una escalera de dos brazos y barandilla de hierro que confluían en un punto central y dos o tres habitaciones en el primer piso. Todo cubierto por un centímetro de polvo de color parduzco.  La túrbida atmósfera que se respiraba en el penumbroso y cerrado edificio era una mezcla de humedad, suciedad y tiempo de abandono… 

LLAS COSAS COTIDIANAS. El cuarto oscuro VI. No sé por qué he decidido titular estos últimos días como lo he hecho ya que el cuarto oscuro, en su vertiente de copiado, solo lo es en estos dos últimos meses, y luego, hasta el año que viene. Quizá sea la última vez que me dedico a esta quimérica tarea y no lo estoy saboreando como una última copa, sino como una jodida auto exigencia, molesta y fatigosa. Es una actividad, en mi caso, que apenas ha tenido cambios en el tiempo, un tiempo muy largo (cuarenta años), quizá porque nunca me ha inquietado la técnica ni los soportes; elegí un modo y, a partir de ahí, solo me han interesado los contenidos. En los primeros momentos, allá por el año setenta y ocho, cuando empecé, seguía las instrucciones de seis horrorosos libros de un curso por correspondencia. Explicaban las diferentes técnicas fotográficas y, además, incluían material de laboratorio: una cubeta pequeña de revelado de negativos, tres cubetas para positivos, unas cuantas hojas de material sensible para copias y una bombilla roja. Recuerdo que, como necesitaba una habitación sin luz y para mayor seguridad, esperaba a que fuera de noche. Una vez habíamos terminado de cenar, mi mujer de entonces se acostaba y yo desplegaba en la mesa del comedor un plástico, colocaba la pequeña ampliadora Durst y las pequeñas cubetas con el revelador, paro y fijado y me esforzaba en quemar papeles hasta las tres de la mañana (tenía que levantarme temprano para trabajar). De cualquier modo, lo que ahora parece ridículo entonces era apasionado y heróico. Desde entonces, y desde hace bastante tiempo ya, lo único que ha cambiado es que ahora tengo una habitación ad hoc, y las cubetas y la ampliadora son más grandes, lo demás es lo mismo, salvo que ha desaparecido la épica y se ha quedado el ridículo.
Datos de copiado de la fotografía de hoy:
Formato negativo: 120 mm (Ilford Delta 3200)
Ampliadora: Beseler 23 CII (objetivo, Componon 100 mm)
Papel: Ilford Multigrade FB (Baritado)- Brillante
Tamaño: 22*28 cm
Grado de filtro: 5
Tiempo de exposición: 4 y 6”
Reveladores: Centabrom y Eukobrom (combinados por ese orden)
Fijador: Tetenal o Ilford (dos baños)
Eliminador de Hipo: fórmula propia
Virador: Selenio (Kodak o Ilford)
Secado y planchado
Copias realizadas: 2
Destino: caja de cartón en un mueble ad hoc
Tiempo de guardado en la caja: inespecífico (seguramente hasta mi muerte, momento en el que terminará en un contenedor de basura urbano)

LAS COSAS COTIDIANAS. El cuarto oscuro IV. Sí, porque yo sigo siendo analógico, lo somos todos, aunque nos empeñemos en vivir en una frustrante y acobardada virtualidad (las dichosas redes que dificultan gravemente la vivencia física, epidérmica, conectada directamente con los sentidos, sin fríos y mecánicos dispositivos de intermediación). Estoy exagerando otra vez, pero lo hago porque puedo, porque a nadie le importan mis desvaríos y a mí tampoco me importan los de los demás. Estoy en paz con el mundo y todo es un puñetero sin sentido…
Datos de copiado de la fotografía de hoy:
Formato negativo: 120 mm (Ilford Delta 3200)
Ampliadora: Beseler 23 CII (objetivo, Componon 100 mm)
Papel: Ilford Multigrado Baritado
Tamaño: 22*28 cm
Grado de filtro: 5
Tiempo de exposición: 4 y 6” (dependiendo de la zona)
Reveladores: Centabrom y Eukobrom (combinados por ese orden)
Fijador: Tetenal (dos baños)
Eliminador de Hipo: fórmula propia
Virador: Selenio
Secado y planchado
Destino: caja de cartón en un mueble ad hoc
Tiempo de guardado en la caja: inespecífico (seguramente hasta mi muerte, momento en el que terminará en un contenedor de basura urbano)

EL CUENTECITO DEL OCHO DE SEPTIEMBRE. Epílogo. Terminamos. Fueron cinco o seis horas de intenso trabajo que empezaron fríamente porque aún no se me había ocurrido nada pero, como siempre, a medida que voy entrando en situación y cogiendo ritmo, me excito y ya no puedo parar. Es como la escritura, cuando te sientas frente al teclado solo sientes perplejidad pero, una vez que surge la primera palabra, las demás fluyen inconteniblemente. La diferencia entre una actividad y otra es que, mientras que las palabras, una vez que se han revelado y hecho corpóreas, visibles, puedes pulirlas y modelarlas, fotografiar es una salto al vacío, no hay posibilidad de corregir nada; normalmente ya no vuelves al lugar y lo que haya salido bien, genial y  lo que no, intentas arreglarlo y, si no puedes, lo juzgas con clemencia o, simplemente, lo olvidas o lo tiras. A lo largo de esas horas algunas cosas salieron bien y otras, dudosas o simplemente horribles. También podría haber hecho bastantes más cosas si hubiera tenido más tiempo o ayuda de alguien (todavía no he conseguido que el Chuchi aprenda a mirar por el visor o a pulsar el disparador). No obstante, gran día fotográfico. Volví por las mismas calles penosamente cargado, pero esta vez fue peor porque era cuesta arriba. Tengo que robar un carro de súper ya.