Jamás podría ni siquiera soñar en penetrar en los secretos de esta ciudad…
(nueve horas). En la nueva web (hablaré de ella los próximos días, porque últimamente no hago otra cosa que emplear todo mi tiempo en prepararla) desaparecerá, entre otros, el apartado de blog (o impresiones; que ya ni siquiera recuerdo cómo se llama), porque llevo dos años sin añadir nada. Antes de tirarlo a la papelera he estado hojeando algunas de las cosas que escribí. Como no se me ocurre nada, pienso que quizá estaría bien rescatar algunos fragmentos del limbo donde irá a parar; aunque desde el veinte de abril de 2007 ya no exista (el limbo): «tras años de estudio, la iglesia católica (con Ratzinger a la cabeza) ha decidido abolir el limbo». Una verdadera pena porque era un espacio vacío (como mi espíritu) con tremendas posibilidades poéticas y creativas (mi cabeza no tiene tantas ni mucho menos). Seguiré mañana con el blog, que irá al inexistente limbo ¡Qué lástima, con el nombre tan bonito que tenía! (el limbo).
Ya estamos en Chicago: hemos venido a conocer a Lucía Mae.
Yo, sin embargo, no detesto el mundo como Pazos y, aunque tampoco lo amo, no cambiaría absolutamente nada de él. Es el único que tenemos, a veces jodido y otras magnífico; se pasa bien y mal y la mayoría del tiempo ni una cosa ni otra y eso tampoco es bueno, aunque aparentemente no duela (o sí). Vivir en él es apasionante y como a Pazos, a falta de experiencias más estimulantes, el arte también me ayuda a vivir e incluso a apasionarme a veces.
Mira esas pequeñas criaturas que se mueven a lo lejos; míralas. Son hombres. Michel Houellebecq
Parafraseando a Houellebecq: la paráfrasis es la fotografía de hoy.
Continúo con el texto que resultó invisible para los de la tienda y para el resto del mundo: -Las ciudades concitan muchas pasiones, desde siempre, desde la antigüedad remota. Ahora, ante el deterioro ineludible por la sobrepoblación, la crisis energética y la cada vez más precaria seguridad, entran en un momento de cuestionamiento permanente y creciente por parte de sociólogos, arquitectos, políticos, artistas, comunicadores y todo tipo de teóricos contemporáneos. Creo que la supervivencia de la humanidad se sostiene en la permanente dialéctica entre lo creado y lo por crear, entre lo que se queda obsoleto y lo que todavía no termina de funcionar, entre el pasado y el futuro; entre lo posible y lo imposible. Bien, todo eso está muy bien y es necesario (supongo), pero nada de eso tiene que ver conmigo.-
…A finales del año pasado, me enteré de que uno de los artistas-pintores importantes del siglo XX y que tanto me gusta, Edward Hooper, llevaba una cita guardada en su cartera, que debía ser la pura esencia de su filosofía creativa y con la que yo me identifico plenamente, sobre todo porque también es perfectamente aplicable a la creación icónica. La cita era esta: «El principio del fin de toda actividad literaria es la reproducción del mundo que existe en torno a mí mediante el mundo que está dentro de mí, captando toda las cosas, relacionándolas, recreándolas, moldeándolas y reconstruyéndolas en una forma personal y original». Goethe
DIGRESIÓN OCHO. The Weather Man (El hombre del tiempo). EE.UU. (2005). Guion: Steve Conrad. Dirección: Gore Verbinski. Intérpretes: Nicolas Cage, Michael Caine, Hope Davis, Gemmenne de la Peña, Nicholas Hoult, Michael Rispoli, Gil Bellows, Judith McConnell, Chris Marrs.
Esta historia se construye y sostiene a partir de dos texturas perfectamente expuestas: la expresión e interpretación de Cage, y los perfiles y geografía urbana de Chicago. El protagonista: un popular presentador de información climatológica, que nada sabe de meteorología pero que ha conseguido conectar con el público, aunque eso no evite que le arrojen todo tipo de alimentos desde los coches y que además acierten y le pongan perdido. El tipo causa risa pero no acierto a saber por qué. Su vida es una catástrofe (como la de cualquiera), sus hijos adolescentes también lo son y su mujer, de la que está separado y enamorado, ha decidido casarse con otro. Él observa cómo su vida se descompone y naufraga sin nada a lo que aferrarse. Su padre, escritor, un hierático y sobrio personaje al que interpreta con precisión Michael Caine, observa la vida de su confuso y desastroso hijo desde una fría y prudencial distancia. Se acerca a él con prevención para que no le contaminen sus constantes meteduras de pata. No obstante, procura hacerle ver que debe concentrarse en mejorar la gestión de sus asuntos, controlar el vendaval de sus descontroladas emociones, y le instruye diciéndole que se aplique porque -las cosas de los adultos siempre son difíciles-. La historia avanza a través del durísimo invierno de Chicago, primorosamente fotografiado, con una luz tan invernal como la vida que arrastra un Nicolas Cage perfecto en su papel de individuo perdido, atónito y confuso. Inútil hasta la exasperación, siempre dispuesto a perder la dignidad a cambio de nada. Paradójica e irónicamente, el pasmado “hombre del tiempo” tiene un inexplicable éxito profesional. Por cierto, y aunque solo resulte secundario, o no tanto, en el desarrollo de la historia: celebran el funeral adelantado del padre, una fiesta social con numerosos invitados, cena, música y discursos y, naturalmente, con el condenado a una muerte inminente de protagonista absoluto. Resulta como una equívoca representación de una de las voces de Antonio Porchia: “Te entierran casi siempre, cuando no eres un muerto”. No sabía que se celebrasen esa clase de fiestas, es más, me pareció una buenísima idea, sobre todo por el sarcasmo que encierra; no sé si existen realmente o tan solo fue una brillante ocurrencia del guionista, pero debería implantarse como costumbre social frecuente (por lo del sarcasmo). Aunque sospecho que yo no asistiría a la mía en el más que improbable caso de que se convocara (por falta de quórum, claro). Excelente película que hemos visto en el primer día de confinamiento por el dichoso Coronavirus. Dados los tiempos de amenaza y cólera que estamos viviendo, quizá sería bueno que empezásemos a celebrar fiestas parecidas.
PS. Última hora del Corona: todo empeora. Creo que tendré dificultades para que Míster Brown y yo podamos acercarnos al campo cercano. Veremos.