Me acompañaba la incierta luz de una madrugada invernal…
Desde mi atalaya contemplo un amanecer lechoso que transpira lluvia de ayer. Todavía no sé si el sol se asomará hoy. Me acuerdo de mi amiga H en su lejano Kioto, restableciéndose de una incomprensible y repentina pérdida de visión: primero el ojo izquierdo y luego el derecho. Como si de una conjura estúpida y diabólica se tratara. H. sigue este diario y ahora no puede hacerlo.
Desde aquí, aunque hoy no lo veas, quiero transmitirte todo mi apoyo y cariño, porque seguro que dentro de no mucho tiempo podremos seguir compartiendo unos instantes cada día. Ah!, ahora el sol está ahuyentando nubes y velos. Seguro que le has encargado que nos avisara que tú también estás apartando ya esas perturbadoras y breves sombras; que ya está apareciendo la luz de nuevo. Cuando vuelvas nos reiremos juntos de ellas; ya no las temerás porque ambos sabremos que no volverán nunca.
Sentido social del arte y presunción sobre la individualidad de los artistas: «El arte no tiene por objeto dejar obras que el tiempo deteriora sino crear artistas en todos los hombres, y despertar en el hombre común el genio dormido» F. Nietzsche. Qué patraña! a pesar del genio de quien la pronunció. Los hombres no necesitan ser artistas, sino un culo al que seguir (también los artistas, naturalmente).
Hoy recuerdo que el veintiséis de Junio del año pasado acompañé a mi amiga Harumi al médico. Había mucha gente apelmazada en salas de espera, con semblante serio, abstraído, ausente. No había alegría en ninguna expresión, tampoco belleza, ni siquiera huellas de ella. El lado amargo y oscuro del tiempo se había cebado en el cuerpo de todas las personas que estaban allí. Mi amiga Harumi y yo nos conocemos hace más de veinticinco años y también el tiempo ha pasado por nosotros. Quizá también tuviéramos el mismo aspecto triste y ajado de los demás (ella no, todavía se conserva espléndidamente), pero no pensábamos en eso, sólo esperábamos que nos llamaran para darnos noticias.
EXCURSIÓN A MADRID: llevaba mucho tiempo con intención de dar un paseo por esa ciudad, pero una desgana invencible me lo impedía. Hasta que el jueves 25 de mayo, aproveché un descuido, no sé sí mío o de la desgana. Primero, la ampliación del Reina Sofía realizada por Jean Nouvel. Paseé un rato por una exposición temporal de fondos del museo. Entre las obras expuestas había algunas fotografías, a las que no hice mucho caso, obras sin demasiado interés y algunas especialmente áridas, de autores españoles habituales en los «circuitos», en fin, los de siempre: Fontcuberta, Madoz, García Alix, Castro Prieto y algunos otros que ni siquiera recuerdo. Salí corriendo de la sala, me asfixiaba el tufo a comisariado funcionarial. Sin embargo, fuera, me impresionó el patio con una altísima cubierta de aberturas rectangulares que permitían la entrada de luz y atisbar el cielo a lo lejos.
«Era una pintura de inaudita belleza, de la que emanaba un fulgor íntimo. Permanecí estático y luego avancé a zancadas hacia aquella misteriosa tela sobre la que sólo alcanzaba a ver formas y colores sin motivo ni tema. De pronto se resolvió el enigma: era uno de mis últimos trabajos, pero no estaba derecho; había quedado apoyado en la pared sobre uno de los lados«. Vasili Kandinsky. Cita recogida por Félix de Azúa en su Diccionario de las artes. Quiero, de vez en cuando, dedicar un día de diario a algunas entradas de esta obra, intelectual y literariamente fastuosa. Hoy, como es fácilmente entendible, se trata de la entrada: ABSTRACTO…