"Sube el silencio contra el cielo, enorme, como un grande alarido". Jose Angel Valente
La forma más infalible y cierta de perderse en la nada con una cámara: localizar un lugar muy sabido o difundido iconográficamente, a ser posible impresionante, alejarse convenientemente eludiendo cualquier aproximación (medio o primer plano, por otra parte, difíciles de tratar sin caer en la «originalidad» sin sustancia), que pueda inducir a la subjetividad o a la autoría, y fotografiar planos generales, descriptivos, con gran profusión de elementos identificadores.
Estuvimos varios días en Page, a la orilla de Lake Powell; desde allí girábamos incansablemente esperando encontrar el secreto de aquellos impresionantes paisajes. No queríamos darnos cuenta de lo que ya sabíamos: lo grandioso te devora y no te da casi nada a cambio, lo quieras o no.
Fuimos al Gran Cañón, cómo no; dos días: uno soleado y otro lluvioso. Sólo fotografiamos el día soleado; al menos las sombras sobre el cañón ayudarían a incorporar algo de azar a la evidencia.
Bordeamos pacientemente el sinuoso precipicio y fuimos parando en todos los miradores que había a lo largo de la ruta para visitantes. Descargaba el equipo, montaba la cámara sobre el trípode, miraba por el visor y veía lo mismo que en la parada anterior, con ligeras diferencias, dependiendo del discurrir de las nubes.
«Todo el pasado y todo el futuro y todos los sueños por nacer aparecían cauterizados en aquella fugaz aprehensión de la luz en el interior de la cámara. Escudriño aquellas caras. Miradas de vago descontento. Miradas de arrepentimiento. Quizá el germen de cierta acritud ante cosas que, de hecho, aún no existían y que, sin embargo, ya eran agua pasada». Cormac McCarthy