“Grises son los vocablos, decía él. Grises son los libros del tiempo”. Edmond Jabes
Fue emocionante el encuentro con este campo megalítico en mil novecientos noventa y cinco. Volvimos cinco años después. La sensación volvió a ser fascinante e incomunicable. El conjunto es bellísimo y eso basta. «De ahí la belleza de la piedra curtida por la intemperie o las manchas de liquen.» Charles Tomlinson.
Sin embargo, yo sigo pensando que también para otros puede haber salvación, porque no todo reside en -inventar-, lo inventado debe estar vivo y aludir, imprescindiblemente, a nosotros mismos, si no, no valdrá gran cosa. Tampoco servirá como curiosidad virtuosa, salvo para sonreír levemente. Es preciso algo más; como las notas de una canción imposible que cualquiera pueda hacer sonar en sí mismo y provocar que los sentidos reaccionen, se emocionen y la cabeza reflexione sobre si misma (que para eso está). No, no basta con inventar por inventar, ni tampoco testimoniar a secas, o «artísticamente»; sólo hay que sentir y llevarlo a un soporte, el que sea, incluso la fotografía puede valer, y a partir de ahí que uno haga lo que pueda con lo que haya generado: se aburra o se entusiasme (caben estadios intermedios) y que el mundo siga su curso. Ah, y aunque estas últimas fotografías no parezcan lo que son (eso pretendía), reproducen los mensajes escritos constante y compulsivamente por visitantes incesantes a los cadillacs enterrados en Amarillo (Texas). Esos cadillacs cambian de aspecto constantemente, luego también son pura invención o al menos con esa ilusión fotografié; aunque dudo que las fotografías en si mismas lo sean, me temo, o al menos me lo pregunto. «…el arte aguanta todo menos la trivialidad. No puede ser entretenido, y, menos espectacular. Puede y debe ser, sin embargo, impúdico, pero no por la circunstancial naturaleza escandalosa de lo que confiese o muestre, sino por su constante zambullirse en la sombra de lo real, y, desde ese umbral sin luz, iluminar nuestro asombro». Francisco Calvo Serraller