Deambulando por el otro lado de las cosas…
COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 66.2
“En la relación con el otro solo me interesa una vez alcanzada cierto grado de intimidad”. Delphine de Vigan
Domingo, diez de noviembre de dos mil veinticuatro
…Desde por la mañana me dispuse a ser bueno todo el día. No representa ningún esfuerzo para mí, me sale natural y además no estoy enfadado con nadie.
Lo que hice: Nos levantamos a las siete y media. Paseo a las ocho y media, con Mi Charlie, claro. Terminé en audible: 21 lecciones para el siglo XXI, Yubal Noah Harari, esplendorosa obra, amena, reflexiva y documentadísima; después seguiré con Sapiens. De animales a dioses; y antes, el primero que leí de este clarividente ensayista, Nexus. Genial todo lo suyo.
Volví y tomé mi desayuno diario: un panecillo con salmorejo y jamón, bueno, tomamos, porque siempre lo comparto con Mi Charlie.
Después, hasta la una y media, revisión y archivo en carpetas de artículos y traslado de citas a la base de datos. Comida: no he tenido que cocinar porque tenía guisos del día anterior: judías verdes con jamón y gambas y bacalao a mi estilo.
Mientras comía he visto parte de un capítulo de un documental sobre Trump. Un día de estos escribiré sobre este apestoso individuo.
Siesta de una hora y otra de lectura: América (2024), obra sobre Estados Unidos, de mi escritor preferido: Manuel Vilas. ¿Segunda versión?, ampliada espero, sobre la editada en 2017, que ya leí. A Manuel Vilas, le encanta Estados Unidos. Va mucho porque tiene allí a su novia (Ana Merino, escritora también). A mí me gustaría tener una novia lejana e ir y volver (ilusión duplicada: una por ir y otra por volver). Sería una estupenda forma de pespuntear el tiempo viajando, además, con una coartada amorosa.
A las cuatro y media, al estudio, a escribir esta entrada. Después corregiré algunas ya escritas. Y quizá lea y anote observaciones y citas sobre La Lágrima de Ahab, de mi poeta preferido, José María Álvarez. Acabo de ver que murió en Julio de este año, a los 82. Lo lamento porque era un gran artista de exquisita sensibilidad y hedonistas actitudes vitales (uno de los que mantendré de cabecera, hasta que sea yo el que me muera).
Y, casi sin darme cuenta, habrá anochecido y acabado el día.
Cenando veré algo en la tele y después, durante dos horas más, alguna película, claro, todas las noches una, cuidadosamente elegida, al menos eso procuro (si son cortas, dos).
En todo el día no habré hablado con nadie (sin llamadas: ni hechas ni recibidas). Así no hay modo ni siquiera de pensar mal. Día limpio como una patena, aséptico, perfecto.
Acabo de leer la última obra de Alejandro Palomas, El día que mi hermana quiso volar, vibrante, sentimental como todas sus novelas y algo más, mucho más, en realidad. Un personaje (terapeuta) le dice a un niño al que está tratando: ¿te gustaría tener amigos en el instituto, que no fuera tan complicado? Levantó la cabeza: -es que a mí lo que me gusta es dibujar- Pues eso es lo que me pasa a mí, como al niño de Palomas, hacer lo que he hecho hoy y no, así no es fácil que haya alguien en mi vida los domingos (pero sí que yo esté cómodo con mi constante y abrumadora presencia), mientras cae lentamente el invierno sobre todos nosotros.
La Fotografía: Escultura fuente Crown Fountain, de Jaume Plensa, en el Parque Milenium, de Chicago. Tomas realizadas en Marzo de 2004, en el viaje que realizamos con motivo de la boda de Gabriel con Jackie. Este cuadríptico, montado, lo tengo colgado en una pared de mi casa. Me gusta mucho.
…Capítulo 10. Una vez que salí de la estación de Atocha, y no me resultó fácil (demasiada gente me entorpecía), me encontré con una ciudad luminosa y espléndida a las diez de la mañana, sin niebla ya (tengo que salir más de mi casa, volví a susurrarme). Uno de mis escritores favoritos pero que no permitió que le retratara, Muñoz Molina para más señas, del que vengo hablando estos días, a propósito de las ciudades dice: «Qué invento asombroso, la ciudad… La estética de la ciudad es el collage y la enumeración caótica». Pienso lo mismo, pero también, a la vez, siento un miedo creciente hacia ellas. Me dirigí cautelosamente al Museo Reina Sofía. Allí pretendía ver la exposición Locus Solus, impresiones de Raymond Roussel, del que apenas sabía nada (es lo que tiene la escasa cultura, artística claro, porque también está la social, la económica, la política, la erótica y algunas más). Parece ser que Roussel estaba convencido de su genialidad; eso siempre ayuda, bien a entrar en la historia, o en los museos, o en el más absoluto de los ridículos; hecho que tampoco importa mucho, la verdad, porque, siempre, siempre, antes o después, el olvido está asegurado…
Cuatro de Junio III: del mirador de Santa Lucía a la Catedral, como siempre; allí, un rato viendo pasar tranvías que subían y bajaban continuamente. En esa parada no hubo fotografías (bueno sí, unas pocas, pero todas fallidas), y después Plaza del Comercio y el antiguo embarcadero: el punto mágico de Lisboa para mí (ha estado cerrado por obras más de diez años, quizá quince, o incluso más). Allí podemos pasarnos horas viendo gente que llega, mira y se va. Algunos se sientan un rato. Después otros y otros: casi todos hacen cosas parecidas, pero siempre con matices distintos. Los barcos que hacen la travesía a la otra orilla (Cacilhas), van y vienen con frecuencia, bautizados con nombres de poetas portugueses (detalle de indudable buen gusto en una ciudad con una brillante historia poética)…