"Hay una meta, pero no hay camino; lo que llamamos camino es vacilación". Franz Kafka
Cuando me levanto por las mañanas la primera duda que me surge es el orden que daré a las sucesivas rutinas con las que habitualmente pierdo el día: ¿caminaré por la mañana o por la tarde? En caso de preferir la tarde: qué haré por la mañana: leer, escribir o idear cosas que nunca haré? o simplemente las tres. Eso sí, lo primero será conectar música (clásica), pero que se ocupen los de la radio de seleccionar y ordenarla a lo largo del día. Aunque la oigo, no siempre la escucho. Otra decisión importante es hacia donde me dirigiré en mi rutinario paseo, aunque casi siempre elijo el mismo: donde menos gente me encuentre, naturalmente.
Anduvimos juntos un rato por caminos que no llevaban muy lejos, pues acaban en el río y a partir de ahí, o lo cruzas a nado o te quedas a vivir en la orilla o te vuelves. Hablamos de lo que él hace (cosas de artista) y no de lo que hago yo; a él no le importaba demasiado saberlo y a mí que lo supiera. Le observé de reojo: –ha envejecido, me dije-, aunque me enfadé conmigo: –ya estas con tus mezquinas observaciones-. P. es un hombre inteligente y un buen artista, sus cosas tienen un valor indudable; además es listo y sabe manejar las relaciones, eso sí a escala local (supongo, porque su dimensión universal no la conozco). No creo que haya cumplido los sesenta años y ya ha recibido homenajes y ha realizado muestras antológicas, a escala provincial, según tengo entendido; aunque lo cierto es que quizá yo no esté al día del alcance de su fama, de hecho me cuenta que recientemente ha participado en una colectiva en Madrid. Detuvimos nuestra marcha y nos colocamos frente a frente a charlar, yo le miraba abiertamente, pero el esquivaba la mirada y no sé por qué; aunque creo recordar que nunca me ha tenido especial simpatía. Nuestra relación siempre ha sido de cortés frialdad.