El chico de la inmensa mirada no formaba parte de esta fiesta, sino de otra…
…Mantengo el -vivo- deseo de que en las fotografías de esta serie, o colección (o como finalmente de en llamarla), aparezca la vida, lo vivido, lo vivible, o lo ya vivido pero aún presente; lo vitalmente sugerido, las ausencias que sugieran presencias, vivas, por supuesto, y todo lo que se relacione con la respiración, el movimiento, la mirada, en resumen, con los sentidos. Estos síntomas o evidencias aparecerán y se combinarán en marcos y escenarios urbanos, naturalmente. Probablemente, esta serie no requiera tanto de formulación teórica como de agilidad visual y sentido de la oportunidad; eso sí, conectada al sentido propio de la mirada…
Para este otro, sin embargo, no sé si el blanco y negro es una dicotomía existencial o sólo se ríe confiado, pensando que un cierto hedonismo le redimirá de condenas ineludibles. Yo, que sigo atrapado y satisfecho (sólo a ratos) en mi mundo blanquinegro, le apliqué mi receta, y aunque pretendiera librarse con una expresión carnosa y confiada, le rodeé de sombras impenetrables e inquietantes, porque aquí no se salva nadie de nada. Ni siquiera él.
Seis de agosto de dos mil nueve: termino de leer Kafka en la Orilla, de Haruki Murakami. Los prodigios se encadenan necesariamente, con naturalidad; sin ellos la historia y los personajes que la habitan serían inconcebibles. En todas sus novelas suceden hechos fabulosos, emocionantes, divertidos y tristes al mismo tiempo; por eso me apasionan. Recurro a la literatura para acceder a la magia de lo inexplicable, porque mi vida ha transcurrido siempre por territorios convencionales y previsibles; siempre constreñida por el miedo y la falta de talento y grandeza. Esas limitaciones no han cegado todas las ventanas y, al menos, el deseo de luz (también de oscuridad) empuja a mi espíritu, mi cerebro y mi voluntad a desear pisar territorios inexplorados y fantásticos; a perderme en bosques inescrutables y peligrosos donde no haya vuelta atrás; a vivir experiencias que duran el tiempo que incomprensibles puertas pétreas se abren y se cierran sin saber por qué. También quisiera, como los personajes de Kafka en la Orilla, hablar el idioma de los animales, de los bellos caballos, por ejemplo; o de los gatos, o los leones. Porque me atrae el misterio y la belleza, me apasionan las novelas de Murakami.
La jefa
Esta mujer actuó este año.
Iba en un vehículo observando
a las personas que nos movíamos
a su alrededor y
la marcha de los acontecimientos.
Tenía aspecto de mandar,
no sé si esa tarde,
o cualquier otra tarde,
o día,
o todos los días de su vida.
A quién podría mandar?
Qué sabrá hacer esta mujer, además de mandar?
No lo sabremos.
…Dejaré a un lado las consabidas obsesiones de los clérigos, tan desoladoramente aburridas, y pensaré en otras cosas relativas a gays y lesbianas. Lo mejor de las orientaciones sexuales minoritarias es, que la gente que está en ellas, sabe buscarse y encontrar el modo de disfrutar de su sexualidad: los que no ligan es por que no les apetece. Tienen muchas más posibilidades que los mayoritarios, porque esos lo tienen casi todo prohibido. Es el precio de la normalidad, ferozmente exaltada por los sempiternos curas. Los gays y lesbianas tienen sus códigos, sus gestos, sus puestas en escena y, sobre todo, sus sitios de encuentro donde todo el mundo sabe a qué atenerse. Supongo. No pierden el tiempo. Con los heterosexuales nunca se sabe…