Hazañas bélicas…
ESTUVE EN LA CIUDAD, EN LA MAGNA PROCESIÓN (…y todo terminó con el desfile). Luego, la parte final (más árida y tediosa), la de los jefes políticos, muy serios y circunspectos. A veces también muestran medallas y bastones de mando y cosas que siempre gustan mucho a la gente. Entre todos esos jefazos del asunto público desfilaban el de la región, ahora llamada comunidad (la terminología popular hace mucho tiempo que ha tomado carta de naturaleza) y la de la ciudad, la alcaldesa (la que conoce a Naty) pero que esta vez no saludó. Más adelante, un plato fuerte del espectáculo que también entusiasma a todo el mundo: los militares con sus sables, medallas y toda clase de chatarrería necesaria para el evento (los jefes). Y los aspirantes a jefes que desfilan marcialmente mirando al infinito, pero un poquito hacia arriba, como para inspirarse…
…Polonia ha sido una nación frecuentemente invadida por países limítrofes y ha sufrido crueles y largas ocupaciones a lo largo de los siglos. En Cracovia, sorpresivamente, nos tropezamos con una conmemoración que tenía que ver con la memoria militar del país, supusimos. La ceremonia, larga y diversa, con participación religiosa, cómo no, parecía proceder de muy atrás y el significado nos resultaba insondable. No se nos ocurrió preguntar a los venerables actuantes por la naturaleza de su inexplicable ritual castrense. Me pregunté: tienen estos señores alguna gloriosa victoria o epopeya que celebrar? Sí, seguro -me contesté-. A final de la tarde, casi de noche, cuesta abajo desde el Castillo Real hasta la Plaza del Mercado, desfilaron marcial e informalmente al mismo tiempo. Y nosotros siguiéndoles encantados, al ritmo de la música militar. Muy bonito y propio de allí mismo, todo…
«El paisaje es estratificación de tierra y de historia. No es solo naturaleza y arquitectura, golfos, bosques y casas, senderos de hierba y de piedra; es también y sobre todo sociedad, personas, gestos, costumbres, prejuicios, pasiones, alimento, banderas, fes». Claudio Magris
DIGRESIÓN OCHO. Sobre los huesos de los muertos, de Olga Tokarczuk (2009). Traducción: Abel Murcia (2016) Ebook: Ediciones Siruela. La autora ha sido premio Nóbel 2018. Comencé la lectura al día siguiente de conocer la noticia. Nunca había leído a esta autora polaca (ni siquiera sabía de su existencia). En España solo está publicado este título. La razón de mis reflejos: ninguna en especial, salvo que apareció en novedades en la tienda de Ebook de mi Ipad y me dije, -por qué no-. Una ventaja más de haber concentrado mi lectura en este eficaz e inteligente soporte: todo es más rápido. Me ha gustado mucho esta obra, de hecho he leído rápido. Dice Janina Duszejko, protagonista absoluta de la novela, al iniciar la narración: “He llegado a una edad y a un estado en que cada noche antes de acostarme debería lavarme los pies y arreglarme a conciencia por si tuviera que venir a buscarme la ambulancia”. La señora Duszejko vive sola en una casa apartada desde la que divisa, a lo lejos, la frontera con Chequia y las casas de sus dos vecinos (Pie Grande y Pandedios), y otras, que ella misma cuida durante el invierno, hasta que vuelven sus propietarios en verano. Estos tres seres solitarios atraviesan el duro invierno rodeados de nieve, inclemencias y soledad. Han elegido esa forma de vida porque no entienden vivir de otro modo. La protagonista, en otro tiempo, fue ingeniera (construyó puentes), profesora, astróloga (su vida está fuertemente marcada por los horóscopos a los que se dedica con fruición y grandes conocimientos), y escritora (junto a un chico amigo del pueblo cercano traduce a William Blake). También tiene una acusada sensibilidad ecologista y no soporta que se agreda a los animales y mucho menos a sus dos perras, lo que la acarreará funestas consecuencias. La narradora dialoga consigo misma sobre su condición de persona solitaria en el ocaso y sobre el paso del tiempo. También relata su escasa y conflictiva relación con el mundo exterior y su punto de vista sobre la intriga policiaca que recorre la novela. Sabe que está a punto de escribir el epílogo de su paso por el mundo, pero no por eso pierde su tremenda fuerza y vigor: “Entendí que pertenecíamos a ese grupo de gente que el mundo considera inservibles. No hacemos nada trascendental, no producimos pensamientos importantes ni objetos necesarios ni alimentos; no cultivamos la tierra ni hacemos que prospere la economía (…) De hecho, si faltáramos, no cambiaría nada. Nadie se daría cuenta”. Espléndida e interesante novela.