"Leer en un anuncio que la vida es bella me parece una insolencia que se me dirige personalmente". Peter Handke
Volvimos sobre nuestros pasos despacio. Llegamos al lugar donde se celebra anualmente el acontecimiento glamuroso de lo que se conoce como Hollywood. Sabíamos que allí se materializa una vez al año la ceremonia de transustanciación: el espíritu se hace carne en forma de cuerpos estilizados, gestos desfallecidos, tules y gasas sofisticadas y perfiles seductores; en fin la condición humana en su versión divina, llega flotando sobre alfombra roja. Sin embargo, ese domingo por la mañana, allí sólo había turistas. No había quedado ningún testimonio del último espectáculo: un retazo de alfombra roja, o un jirón del vestido de una estrella; tampoco fotografías, ni aura, ni magia, ni nada. Mientras descansábamos tomando una cerveza, lo mejor que podíamos hacer es recordar diálogos de películas legendarias hechas allí (no es frecuente encontrar diálogos tan brillantes ahora), como por ejemplo El sueño eterno (1946) dirigida por Howard Hawks y protagonizada por Humphrey Bogart, como el duro detective privado Philip Marlowe, y Lauren Bacall. Está basada en la novela del mismo título escrita por Raymond Chandler, otro mítico personaje de Los Ángeles, aunque nacido en Chicago.
Philip Marlowe (Bogart): Su otra hija está mezclada en esto?
General Sternwood: No
Philip Marlowe: Son parecidas, se avienen?
General Sternwood: Mi sangre corrompida es lo único que tienen en común. Viviane, es malcriada, exigente, astuta y cruel. Carmen, sigue siendo una niña que disfruta arrancándoles las alas a las moscas. Supongo que tendrán todos lo vicios normales aparte de los que puedan haber inventado por su cuenta. Quizá le parezca un poco siniestro como padre, Sr. Marlowe, pero mi apego por la vida es demasiado leve como para preocuparme de hipocresías victorianas. No hace falta añadir que el hombre que ha vivido como he vivido yo y que a mis años se permite sentirse padre por primera vez, merece cuanto le pase.
Al niño le pasó lo mismo que a mí: quedó fascinado por el montaje engañoso. Agachándose por debajo de la cuerda que impedía el paso, se metió en el espacio virtual que tenía delante. Él tampoco alcanzaba a entender lo que ocurría: ambos, éramos los únicos ingenuos. Llevó demasiado lejos su ilusión: corrió y corrió para adentrarse en un espacio que él pensaba que sería venturoso y se golpeó violentamente con la realidad del cristal que le mantenía fuera del paraíso. No se rindió y lo intentó de nuevo, desesperado empezó a golpear el espejo con la cabeza, hasta que un adulto lo apartó de su desengaño. Yo también me alejé, un poco avergonzado por mantener falsas e infantiles ilusiones.
DIGRESIÓN UNA (y 4): La felicidad y el suicidio. Luis Antonio de Villena, (2013). Ebook. …Naturalmente, de Villena, en la parte final de esta obra, habla de sus presupuestos vitales y existenciales, que resultan lúcidos y estimulantes. «Vivir es tan absurdo -a priori- como morir, y eso habla, finalmente, a favor de la vida. De todo lo que esta ofrece, incluidos los hondones y los soles negros, inevitables. Por ello saber vivir es saber morir, y ése debe ser un componente fundamental del principio de realidad que el vividor afecta e invoca. Acepto la imperfección y el dolor-hasta un límite-, como acepto el placer y la sabiduría, que son los pilares mejores de todo vitalismo». Luis Antonio de Villena. He disfrutado de esta obra, mucho, porque las señales, los guiños, las palabras, las ideas que emite, me han llegado directas, desbordantes de sentido, agilidad intelectual y belleza. Un precioso y preciso ensayo que habla de lo que más importa: la vida y la muerte. Con una empezamos y nos empuja hacia delante y, la otra, con la que terminamos, también puede sostenernos y desde luego aliviarnos. La muerte, a fin y al cabo, es la gran madre de todos los consuelos.Y, libros como este, y todos los libros del mundo, porque como en mi más ardiente sueño sobre el paraíso (que comparto con Borges), si existiera solo podría ser una biblioteca.
Disneylandia: un tipo con uniforme parecido al de la policía montada del Canadá (me acuerdo de la película de estudio de los años cuarenta, protagonizada por Gary Cooper, por lo que vuelve a aparecérsenos el fantasma de Hollywood), se acerca a nosotros y nos dice señalando mi vieja cámara grande que si soy profesional no puedo fotografiar. Me quedo un momento pensando en lo que es o no profesionalidad; Naty, mucho más eficaz y rápida que yo le dice muy seria que no, que sólo somos turistas (me pregunto cómo podríamos habernos demostrado mutuamente una cosa u otra). -Ah, bueno-; dice el vigilante desmontado, –entonces pueden seguir-. Nos deseó que pasáramos un buen día y se alejó caminando despacio.
A PROPÓSITO DE FRACASOS (esos de los que, tangencialmente, hablé ayer). Naty y yo, salimos los sábados por la noche. Casi todos. Esta escasa y acotada vertiente social en nuestras vidas nos permite hablar con gentes que normalmente están alejadas de nuestras inquietudes: no nos encontramos con personas interesadas por la “cultura” que es lo que más me gustaría, por mi manía por esas cosas. Lo cierto es que eso no quiere decir, en absoluto, que Naty y yo seamos cultos; sí, de esos que son capaces de desarrollar cualquier tema y que además tienen un vastísimo patrimonio cultural de referencias cruzadas: autores, obras, épocas, estilos, soportes, biografías, y un largo etcétera, como suelo oír en las entrevistas a los artistas. Qué listos e informados están todos, joder. No, que va, nosotros nos quedamos mucho más acá pero, al menos, nos gustaría hablar en clave cultural con otras gentes, porque son asuntos muy entretenidos, creo. Los poquísimos amigos con los que contamos y que saben de nuestro mundo de intereses, y por añadidura de mi actividad fotográfica, nunca me preguntan por ella, como si careciera absolutamente de interés. Seguramente tienen razón. No saben de mis serias dificultades, a veces, para escribir estos cuentecitos diarios. Es más, nunca los ven y mucho menos los leen. El sábado pasado, cenando con una pareja amiga a la que yo estaba machacando inclementemente con mis angustias vitales o tal vez existenciales, ella, la mujer de la pareja, me dijo a propósito de este diario (que no recuerdo cómo salió a colación) que -eso es un pasatiempo para ti- (versión sopa de letras, supuse, perfectamente prescindible), comentario que me dejó parado, porque, aunque lo piense y a veces lo manifieste, me resulto extraño oírlo de otra persona. Contesté a la defensiva: -es algo más-. Tonta matización porque mi amiga tenía razón. Una cosa es lo que son objetivamente las cosas, y otra muy distinta como uno se las toma. La verdad está más cerca de la primera formulación, la otra, o lo mío, solo son quimeras, fantasías animadas de ayer y hoy.