"La tristeza más triste se oculta tras una máscara de fiesta…" Abilio Estévez.
DIGRESIÓN DOS: Hombres sin mujeres, de Haruki Murakami. Escribí hace unos días sobre estos relatos. Están cumpliendo absolutamente las expectativas, y más y más. Me ha impresionado el titulado -Un órgano independiente-. Un hombre se transforma en otro. Era y dejó de ser quien era. Ya nada fue igual. La pregunta es: ¿se salvó, se condenó o ni una cosa ni otra? Tengo opinión al respecto: se condenó, pero sería incapaz de defender esta teoría. No tengo certezas, ni falta que me hacen. Solo sé, y estoy muy seguro de eso, que se trata de una historia de gran belleza donde el péndulo del control oscila fatídica e inesperadamente desde el lado ordenado y complaciente hasta el más infausto y desolador. «Tengo amigos y, de momento, estoy sano, no sufro achaques. Disfruto de la vida a mí manera. Pero en los últimos tiempos no dejo de preguntarme -qué demonios soy-. Y bastante seriamente. Si me despojaran de mi carrera y de mis habilidades de cirujano plástico, si perdiese el confortable estilo de vida que llevo y sin mayor explicación me arrojaran al mundo desnudo, ¿qué demonios sería?». Por mi parte, a veces pienso que soy un hombre de suerte porque por el momento nadie me despoja de nada. Menos mal, porque del mundo nada sé.
…Los que están para lápidas con o sin epitafio, son los curas, tan aficionados como son a la vida post mortem, ¡qué tipos! Son increíbles. Lo digo hoy, en el contexto de la micro-narración de estos días de diario a propósito de las fiestas gays. Es inaudita la incoherencia intelectual de estos cruzados contra la homosexualidad, vestidos con largas y carnavalescas sotanas negras, galopando sobre oscuros y sombríos pensamientos. Tantos años de estudio y reflexión, tanta concentración en el alma humana, tanta aparatosa gestualidad, para nada. Cuando se suben al púlpito, con ese aíre de iluminados por su verdad única, escupen a los crédulos discursos intelectualmente insostenibles y demagógicos y,lo que es peor, dañinos e insultantes para la más elemental y comprensiva indulgencia hacia los demás…
LOS CREYENTES XVI. Como pensé días antes, quería hacer fotografías diferentes a las que vengo haciendo todos los años. Pero eso, me di cuenta enseguida, era un propósito harto difícil; sencillamente porque el asunto de los Creyentes es siempre el mismo. Incluso ellos son los mismos, o a mí me lo parecen; mis viejas cámaras son las mismas y lo peor, mucho peor, que yo sigo siendo el de siempre…
Maduro y serio: no sé con precisión lo que son ambas cosas, no obstante, me arriesgaré a definirlas (he consultado diccionarios y las acepciones son decepcionantes). Madurez: quizá sólo un ablandamiento general: de cuerpo y alma. Seriedad: poco dado a la risa y a la ilusión superficial. De todos los hombres solos que fotografíe la bochornosa tarde, éste es el que más interesante me pareció; al menos se adivinan en su cara líneas bien definidas que parecen indicar experiencias existenciales de una cierta intensidad. Además, las sombras de la expresión y de la fotografía, añaden un cierto misterio a su semblante. Aunque, ¿quién sabe? .
Las sombras: unas ocultan, otras descubren. Antonio Porchia