“...la realidad puede no ser verdad y la verdad puede no ser real”. Haruki Murakami
hicimos una excepción en Porto: visitamos la Fundación Serralves. Otra vez un arquitecto singular (casi nunca defraudan), en este caso Álvaro Siza. El hecho de ir no fue por ver lo que se exponía, aunque lo vimos (quizá cuente un poquito mañana), sino por la obra de Siza: paredes blancas, volúmenes rotundos, aberturas en la superficie texturizada de los muros distribuidas con un sentido de la proporción y el equilibrio magnífico. Las perspectivas que se abrían a lo largo de los cuerpos del complejo de edificios y los pasillos o huecos, eran proporcionados e invitaban a recorrerlos despacio: ir y volver sintiendo que estás envuelto por una creación singular que mima la luz y el sentido de la armonía. ¡Qué placer fotografiar en lugares bellos!
esta fotografía es una auténtica sorpresa para mí; la debió inspirar el espíritu de Siza, del lugar, o quizá mi gusto por Oporto (Porto, para el resto del mundo), o tal vez mi cámara, mi vieja cámara pequeña, que se sintió inspirada por el lugar: era uno de los sitios que tanto nos gustan, a ella y a mí, y que siempre buscamos. A estas alturas de mi vida (fotográfica), renuncio radicalmente a considerar lo que puede ser bueno o malo, evaluado con los parámetros, principios, directrices, historia o todo lo que tenga que ver con valores, teorías, modas, ortodoxias o heterodoxias del dichoso lenguaje fotográfico. Sólo entiendo de lo que me gusta (y no siempre), y afirmo solemnemente que esta fotografía ME GUSTA MUCHO, además, la ha hecho mi cámara, manejada por mí: luego me produce mucho PLACER. Lo demás, da absolutamente igual.
Hace un rato que comenzó el otoño. Pasan los días y los días y no hablo con nadie; salvo con Naty. Escucho furiosamente la radio (o no); realmente sólo la tengo sintonizada, de la mañana a la noche, la oigo, pero no siempre la escucho. También camino una hora y quince minutos al día, como un autómata. Tampoco escucho mis pasos. Quizá el oído no sea el sentido más importante, porque para ser realmente útil necesita de otro más trascendente: las ganas. Con este feo asunto de mi voluntad otoñal, seguiré mañana…