Qué significa mi ciudad para mí? Nada, apenas un conjunto de recuerdos difusos, de imágenes vacías sin peso ni textura y que ya no representan nada por prescindibles y ridículas...
EL DON DE LA ELOCUENCIA SILENCIOSA DE LA FOTOGRAFÍA, o la penetrante mirada artística de Manuel Elegido, VIII.
…Pero eso no basta para él, porque, además, sus figurantes siempre parecen vivir en otra dimensión, no en el mundo identificable y aparentemente real, sino flotando en una atmósfera onírica viviendo inquietantes e insondables ficciones de alcance desesperadamente existencial. Poéticas, fantásticas. No, su fotografía no es contingente naturalismo urbano, no; siempre hay interpretación intencionada, penetrante y precisa. No, ya no hay tiempo para triviales y anecdóticas tonterías…
Desde hace un tiempo (poco), acude a mi cabeza y a mi deseo la posibilidad de realizar un trabajo sobre «mi» ciudad (el posesivo, aplicado a una ciudad, no lo entiendo muy bien). Nací y vivo en ella (y probablemente también muera). Casi todo lo importante para mí ha sucedido aquí. Demasiadas cosas desde hace tanto tiempo ya. Ahora, camino por ella con frecuencia; pero me cuesta mucho reconocerla como propia. No, no es porque haya podido cambiar, a mi eso me importa poco, sino porque me siento alejado de su apariencia, de su imagen, de su textura, de su alma. El tiempo está haciendo que lo que antes era reconocimiento íntimamente sentido, sólo sea una engorrosa y tediosa circunstancia. Hubo un tiempo en que me pareció bella; ahora ya no estoy tan seguro. Quizá no sea justo con ella y ahora que voy despacio (y también deprisa, muy deprisa), sea el momento de pararme a mirarla y escucharla con atención por si consigo verla y oírla; si es que tiene algo que mostrarme o contarme. Veremos.
A modo de acercamiento o introducción al propósito del que vengo escribiendo estos dos últimos días, diré que parto de una frecuente irritación con ella: por provinciana, desvitalizada, mediocre, previsible y anodina. Habitada hasta la náusea por una iconografía católica (a pesar de ser la referencia cultural y espiritual de las tres culturas, nada menos), carece de cualquier atisbo o síntoma de cosmopolitismo. Diariamente llegan a ella varios miles de visitantes ávidos de conocerla, o quizá, más bien, sólo de coleccionar lugares, fotografías y trivialidad turística. Se desplazan rápidamente de un lado a otro, fotografían furiosa e incansablemente y se van. A la caída de la tarde, las calles quedan desiertas, y sólo en las que desembocan en iglesias donde hay culto, avanzan lentamente figuras con un aire apesadumbrado y cadencioso hasta que son engullidas por las sombras apostadas en los atrios. Al día siguiente la representación se repetirá una vez más; y así hasta el final de todo.
…En estos meses en la ciudad se celebra el cuarto centenario de la muerte de El Greco, con profusas exposiciones de su obra. El dos de Mayo nos acercamos (Naty y yo) a la ciudad y vimos exposiciones Greco durante unas horas y, aproximadamente diez minutos, o menos, la exposición Toledo Contemporánea. La información oficial de la web de los eventos Greco, en relación a esta exposición, decía: «…en esta exhibición se darán cita trece fotógrafos de prestigio internacional con instantáneas tomadas en la ciudad a lo largo de 2013. Serán distintas visiones del Toledo de hoy…». Tontamente, tal vez, me sentí aludido por diversas razones: nací y vivo en esta ciudad, soy supuestamente contemporáneo (aunque viejo ya), me siento fotógrafo, o al menos muy interesado en este lenguaje, he fotografiado bastante en la ciudad en el pasado… Por ejemplo, supongo que las fotografías de estos tres últimos días, aun siendo de la ciudad, ya no valdrían porque son de años anteriores, por lo que en puridad, «contemporáneas» ya no son (casi tampoco las de los «trece fotógrafos de prestigio internacional», porque, al parecer, son del año pasado). Pensé: -por qué no pruebas a hacer tú algo parecido ahora mismo, a ver qué te sale-. Me rebatí diciéndome: -para qué, si a nadie interesarán nunca tus atribuladas pesquisas y disquisiciones al respecto-. Prudentemente, podía excusarme con razones tan incontestables como: ¿para qué?» o ¡qué pocas ganas tengo! para no meterme en ese lío; pero no, porque a mí siempre me interesan estos juegos que alimentan mi tiempo y esclarecen mis sombras. Ya lo decía Montaigne: «Me estudio a mí mismo más que cualquier otro asunto. Es mi metafísica. Es mi física…Lo único que me propongo aquí es mostrarme a mí mismo»…
Dura mucho el cadencioso desfile,
acaba tarde, muy tarde y sigo sin tener ganas,
sólo quiero largarme de allí, pronto,
así que, arrastrando los pies,
me escapo en sentido contrario.
Esa decisión me complica la huída:
porque la comitiva avanza en círculo
y me los vuelvo a encontrar de frente.
Asustado me deslizo por una calle transversal.