"Las imágenes de los objetos no son los objetos en sí". E.L. Doctorow
TEMA CUATRO: El regreso de los Ovnis, por Josep Guijarro. Después de comer al sol y dar un paseo, volvimos a nuestros asientos. El ponente era el coordinador del “congreso” y, además, en el colmo de la excepcionalidad, era catalán (menos mal que no hizo gala de afirmación nacionalista y no nos habló en su idioma con traductor simultáneo, como si de un gran congreso se tratara). Hombre en la cuarentena, tremendamente dinámico, simpático, sonriente y hasta ocurrente. Me cayó bastante bien. Muy capacitado para la puesta en escena: de pie, moviéndose incesantemente, mostrando imágenes en la pantalla, sonriendo todo el rato, haciendo humor cada dos por tres. Comunicador perfecto. Y muy perspicaz en sus cosas, porque, según contó: hace en torno a dos años predijo que en mayo de dos mil diecinueve habría una gran noticia sobre el mundo de los ovnis (ahora se llaman de otro modo, un acrónimo de origen estadounidense del que ya no me acuerdo), y al parecer sí, la gran noticia fue en Mayo y la contó, pero tampoco me acuerdo bien (debí dormirme, era hora de siesta). Básicamente: al parecer, esa noticia tenía que ver con que el Pentágono de EE.UU. había admitido la aparición de Ovnis. Hasta ese momento habían negado los avistamientos detectados por sus fuerzas aéreas y por otros medios. El dinámico catalán, que era una especie de gran investigador y seguidor de lo que están indagando en el mundo sobre este asunto, es decir, que se entera de casi todo por los periódicos y otras desconocidas fuentes, está absolutamente convencido de la existencia de Ovnis (o como se llamen ahora). Yo también, claro. Ahí acabó el recorrido intelectual del tema. No me sentí especialmente interesado por ese misterio. Todo lo que nos contó ya se sabe, más o menos… Menos mal que, técnicamente, fue muy ameno…
PS. Una semana después, cenando con unos amigos, les contamos nuestra experiencia, como nuevos congresistas que somos, y les hablamos sobre el enigma de los Ovnis; ambos relataron sus experiencias sin darle apenas importancia. Nuestra amiga contó que, siendo una jovencita, se levantó de madrugada a dar agua a un hermano pequeño cuando, por la ventana, vio un gran objeto sobre su casa que, poco después, desapareció mágicamente. Nuestro amigo contó que, cuando hizo el servicio militar en un cuartel de Madrid, estando de guardia, también de madrugada, la perra (también militar) que le acompañaba, comenzó a moverse muy intranquila, llorando y con el rabo entre las patas. Inmediatamente, una potentísima luz cayó sobre ellos, se mantuvo unos instantes y desapareció hacía arriba vertiginosamente como si hubiera sido abducida por una potentísima y desconocida fuerza. Luego, la oscuridad y el silencio. La perra recuperó su estado normal (mi amigo no lo sé, pero yo no le noto nada raro). Al parecer, ese hecho también fue observado por un taxista que lo contó en la radio al día siguiente. Mis amigos no daban mayor importancia a esos hechos, es más, nos conocemos hace bastantes años y nunca nos lo habían contado. Conclusión: parece que el asunto de los Ovnis es más corriente de lo que se pueda pensar, y si alguien está fallando en este asunto son los propios y supuestos alienígenas que no se presentan debidamente, lo que nos permitiría de una vez acabar con tanta especulación.
…Espero que este extenuante ejercicio de autoanálisis sea clarividente y útil, y contribuya a que todo lo que haga en el futuro sea -interesantísimo-, tanto que sienta vértigos de asombro y admiración hacia mis logros. Sería fantástico porque supondría que, aunque uno pueda haber hecho muchas bobadas, en algún momento se verá redimido por la experiencia y la sabiduría adquiridas con el hecho de vivir y hacer. Todo el mundo tiene su «tempo». Hay gentes que alcanzan su plenitud pronto y les dura mucho tiempo, e incluso no dejan de progresar nunca, o al menos evolucionar convenientemente, y esos son unos privilegiados. Otros, sin embargo, llevan un ciclo lento y casi todo les llega a destiempo, o dicho de otra forma, cristalizan tarde (en el mejor de los casos yo soy de ciclo muy lento). Por último, están los que nunca llegan a nada (me temo que realmente pertenezco a estos últimos). Mi abuela paterna, Eulalia, era de esa opinión, que yo era un niño que no valía para nada. Esta es otra fotografía de aviones rotos, en Tucson, Arizona, que no sé muy bien qué sentido tiene hoy, pero que me gusta bastante.