"Lo que uno es, lo es para siempre". Edward Hooper
Erik Satie:
sólo como alimentos blancos: huevos, azúcar, huesos rayados, grasa de animales muertos, ternera, sal, coco, pollo cocido en agua blanca, mouse de fruta, arroz, nabos, morcilla alcanforada, pastas, queso blanco, ensalada de algodón y algunos pescados sin piel. Me hiervo el vino, que bebo frio con zumo de fucsia. Tengo apetito, pero no hablo nunca comiendo por miedo a atragantarme…
pepe fuentes:
no suelo clasificar mis alimentos por colores. Normalmente como lo mismo que Satie, salvo: huesos rayados, ensalada de algodón y vino con zumo de fucsia (claro él es un artista y yo no). Sin embargo, sí como zarajos, los domingos y fiestas de guardar. También pimientos, los sábados, y café, dos veces al día. Ah, y conejos, muchos conejos. Yo sí hablo comiendo cuando lo hago acompañado; solo, todavía no me atrevo.
foto 6: en este señor, sin embargo, sí noto cierta singularidad, pero, no obstante, soy incapaz de conjeturar (qué bonita palabra), a qué rama del talento puede pertenecer; quizá a la de los creyentes
Erik Satie:
ocupaciones diversas: esgrima, reflexiones, inmovilidad, visitas, contemplación, destreza, natación, etc., de 16:21 a 18:47.
pepe fuentes:
ocupaciones diversas: paseo a pie. El horario depende de la época del año. No hago esgrima, ni deporte, ni visito a nadie, ni reflexiono. Por supuesto no nado, porque si lo intentara no estaría seguro de flotar; probablemente me ahogaría. Tampoco entreno ninguna destreza en especial (aunque me gustaría saber arrojar cuchillos y hacer bonitos dibujos con ellos). Sólo práctico todo el tiempo que puedo la inmovilidad. De los etc’s de Satie, nada sé, pero seguro que tampoco se me darían bien.
foto 4: a este señor, tampoco.
Erik Satie:
mi cama es redonda y perforada por un agujero para que pase la cabeza. Cada hora un criado me toma la temperatura y me pone otra. Desde hace tiempo estoy abonado a una revista de moda. Llevo un gorro blanco, medias blancas y un chaleco blanco. El médico me ha dicho siempre que fume, a sus consejos añade: «fume amigo, fume, que si no otro fumará en su lugar».
pepe fuentes:
oh, gran decepción, no hago ni me sucede nada, absolutamente nada, de lo que le ocurre Satie. Ni siquiera fumo; aunque bebo alcohol, pero con moderación, lo que no es nada artístico (la moderación, claro). Sin embargo, a veces me entristezco sin saber por qué y me da por pensar que eso es un síntoma de un alma delicada y propensa al arte.
foto 8: aquel día, cuando realicé todas estas fotografías de hombres a solas con sus convicciones, pero reunidos con sus semejantes, no fui del todo consciente de la tremenda seriedad que expresaban sus rostros. Me alegro de tanta expresión desoladoramente transcendente, porque ahora, más de un año después, Por Contraste, me vienen estupendamente para ilustrar la modernidad y originalidad de Satie.
…Veo muchas caras conocidas; otras no: puede que no sean de aquí. A los que son de la ciudad los detecto a todos, aunque no los conozca, los noto, los presiento; debe ser una cuestión físico-química genética o neuronal. La causa de esa agudizada percepción debe ser el influjo de un humus pernicioso, compuesto por materiales de desecho espiritual sobre el que caminamos inadvertidamente; o quizá los efectos de la contaminación ambiental provocada por la mezcla de maliciosos e indetectables componentes tóxicos para el ánimo, que tienen su origen en el embolsamiento de seculares sedimentos tradicionales y religiosos. Esos rasgos que señalan y distinguen a todos los que habitamos la «innombrable», no se manifiestan hasta que ya es demasiado tarde. Como huir y refugiarse en algún lugar lejano ya no solucionada nada (la infección siempre permanece, no tiene ni tratamiento ni cura), me abandono a mi estado y procuro entretenerme observando, aunque con pocas ganas (otro efecto indeseable del cuadro clínico en relación con las celebraciones festivas, es la astenia). Mi lentitud anímica apenas si me permite vislumbrar lo que quiero hacer. De pronto, se me ocurre de forma contundente e ineludible: serán las caras, los rostros de las gentes que creen en todo esto. Hoy no puede haber otro motivo. Sí, caras al sol, iluminadas o en sombra, como ellas quieran asomarse a las entrañas de mi vieja cámara pequeña; a mí me da igual, yo sólo encuadraré y dispararé con cuidado de no lastimarme. Es tan fácil. Si consiguiera entender esas caras, probablemente sabría algo que no sé…
Once de junio: por la mañana me acerqué al centro de mi ciudad; me guste o no, oficial y burocráticamente es así. Aunque haya nacido y viva en ella, no es suficiente para sentirme parte de ella. En mi caso, sucede todo lo contrario. Sin embargo, reconozco que ya son irreversibles los efectos del largo tiempo que he permanecido incrustado en sus calles y que la infección es incurable. Hoy es fiesta grande y los riesgos de agravamiento de la afección aumentan considerablemente salvo para los desahuciados, que apenas si nos afecta; sólo un sarpullido momentáneo que se pasa comiendo bien y a ser posible durmiendo una siesta reparadora. Llevo mi vieja cámara pequeña, pero ninguna intención en especial; sólo intentar captar lo que provoque a mi mirada. Camino automáticamente, sin inquietudes, apenas sin motivación y con un cierto fatalismo en el ánimo…