"...el río/desciende azul y lleno de soledad". Antonio Gamoneda
Cosas de un martes cualquiera II. Cuando ya no puedo soportar más la presión de Charlie Brown, nos vamos a la calle, él feliz, yo disciplinado. Unas veces nos acercamos al campo en coche y otras andando. Este martes el coche está averiado, luego toca ir andando. Me llevo la vieja cámara pequeña para ver si consigo recuperar el deseo de fotografiar (llevo tres meses sin hacerlo y ya me duele un poco la abstinencia). Elijo el camino que bordea la orilla del río de mi vida. A Charlie Brown, hoy, le da por acercarse a los paseantes con los que nos encontramos, pero, cuando éstos se sienten aludidos por su atención y se disponen a hacerle un gesto de saludo, Charlie Brown les hace un quiebro y se larga. Siempre hace eso. No le gusta que desconocidos le toquen. No es un perrito antipático, solo distante, como su dueño. Si el extraño insiste corre el riesgo de llevarse una dentellada; en eso me diferencio de él, yo me reprimo y todavía no me ha dado por morder. Seguimos caminando y de vez en cuando me paro y fotografío, a nada en especial: al río, a una vaca, a Charlie Brown, a un reloj en un charco, al cartel de un viejo y abandonado negocio de grúas, y algunas otras cosas sin importancia. Lo normal, lo que fotografiaría cualquiera que llevase una cámara como la mía, un martes por la mañana y que piense que la fotografía todavía es posible…
EL PASEO DIARIO. Primera parte (de cuatro): Uno de Febrero, lunes. A las diez y media, junto con Charlie Brown (también conocido como El Chuchi), nos hemos acercado al sitio «Balmaseda» uno de mis –no lugares– preferidos de la ciudad. Debe ser porque está al otro lado, justamente enfrente, con el río de por medio. La niebla escondía la ciudad que solo se percibía como un bulto entre misteriosamente sugestivo y fatalmente amenazador. Los patos nadaban por la superficie del río (que es por donde suelen nadar los patos). A Balmaseda, días después de que pidiera por favor que le respetaran, en torpes e ingenuos cartelitos escritos con caligrafía incierta a lápiz sobre trozos de cartón, le rompieron los cartelitos (en el suelo aparecían rotos en mil pedazos) y se llevaron su escultura de un Quijote, que llevaba bastantes años allí, plantada, como un potente testimonio de todas las vidas abocadas al fracaso y al olvido. Era una figura hecha a martillazos, rudimentaria pero soberbia en su expresionista tosquedad. También me la han quitado a mí, que en cierto modo comparto con Balmaseda los que fueron sus afanes. Frecuentemente bajaba a ese territorio habitado por sueños y olvido y me quedaba un buen rato mirando embobado su Quijote. Fotografiaba maniáticamente la escultura siempre que llevaba la cámara. No era tanto la obra en sí como lo que representaba: el anhelo impotente de transcendencia solitaria de un hombre que también puedo ser yo, que soy yo…
LAS COSAS COTIDIANAS. El cuarto oscuro XIV. Esta es la fotografía de la que hablé ayer, el embarcadero desde donde cruzaba el río un herrero ya viejo hace más de 30 años (todavía vive), que tenía su taller en la misma orilla del río. Y hablando de viejos: mis amigos fotógrafos de aquel tiempo y yo, solíamos vernos y hablar de fotografía y de técnicas de laboratorio. Solo frecuenté dos cuartos oscuros, el de Carlos Villasante y el de José María Moreno; ambos, virtuosos en el copiado (que yo sepa ya no copian, ninguno de los dos). Aprendí algunas cosas importantes de ellos (me sacaban mucha ventaja en cuanto al copiado y otras técnicas), por ejemplo, que casi todas las copias son posibles (a pesar de que se parta de negativos complicados), a realizar reservas por zonas, y técnicas de virado de copias, entre otras cosas. También estaba Manolo Elegido, pero él ya se traía las copias de su casa para que las comentáramos (las suyas y las mías). Estas tres personas fueron fundamentales para mí en todo lo que tenía que ver con la técnica de laboratorio. También en otras muchas cosas. Ya todo aquello está prácticamente olvidado, pero sin su aportación, probablemente, yo no tendría ahora un –cuarto oscuro-.
Datos de copiado de la fotografía de hoy:
Formato negativo: 35 mm. Ilford SFX 200 (800)
Ampliadora: Beseler 23 CII (objetivo, Componon 60 mm)
Papel: Ilford Multigrado Baritado
Tamaño: 18,5*27,7 cm
Grado de filtro: 3
Tiempo de exposición: 20”
Reveladores: Eukobrom
Fijador: Tetenal (dos baños)
Eliminador de Hipo: fórmula propia
Virador: Selenio
Secado y planchado
Copias realizadas: 2
Destino: caja de cartón en un mueble ad hoc
Tiempo de guardado en la caja: inespecífico (seguramente hasta mi muerte, momento en el que terminará en un contenedor de basura urbano)
A modo de resumen del largo y brumoso mes de Noviembre, una imagen inspirada por la Niebla. Sin su presencia nunca habría tomado esta fotografía. Según la RAE: «Confusión y oscuridad que no deja percibir y apreciar debidamente las cosas o los negocios». Justo lo que a mí me pasa, que vivo en un banco de niebla permanentemente. A lo largo del mes me he dedicado a buscar referentes de orientación en el mapa: -el estilo, el tiempo, la memoria, lo real, lo bello, el silencio…y algunas cosas más y sus contrarias-; pero me parece que sólo he conseguido dos cosas: verificar lo que ya sabía, que estoy perdido, y entretenerme. Me encanta fotografiar realidades brumosas y en la penumbra, y quizá sea porque son condiciones de luz connaturales a mi estado de consciencia. Me parece que, a fin de cuentas, el buscado y no encontrado «estilo fotográfico» consiste en hacer a partir de lo que se vive, se ve y se siente, y si eso es confuso es porque es justamente el estilo que corresponde al «hacedor«, es decir, en este caso, a mi mismo. Qué mejor manera de hacer? Ninguna, por supuesto.