"Un Dios amenaza siempre el horizonte. Mientras quede un solo Dios de pie, la tarea del hombre no habrá terminado". Emile Cioran
SOBRE -El Reino- Emmanuel Carrère (2014) II.
Carrère, en un ejercicio de ajuste de cuentas inclemente y desgarrador, enseña las heridas que puede infligir la memoria escrita. Hasta donde llevo leído se remonta, temerariamente, en un ejercicio de descarnada introspección, hasta unos cuadernos a modo de diario evangélico de su época de católico practicante. Puede haber otro ejercicio memorístico y es el de los recuerdos inspirados en hechos y sensaciones que solo están depositados en el incierto soporte de la memoria. Esta opción es fértil porque permite la recreación e incluso el arte; además, en caso de que inadvertidamente te adentres por sendas dolorosas, siempre se pueden eludir girando perpendicularmente, buscando consuelo o justificaciones o yendo hacia atrás, que no sería otra cosa que no reconocer la pátina de ridículo con el que siempre se impregna el pasado. Si la cosa se pone realmente fea, te mientes y en paz. Un gesto grave contra uno mismo pero con el eximente de actuar en defensa propia. Por mucho que se diga que solo somos memoria me parece que engolfarse en la propia siempre termina siendo un castigo implacable, perverso, masoquista ¡maldita sea!…
SOBRE -El Reino- Emmanuel Carrère (2014) XII.
Veintinueve de septiembre, he terminado la lectura. Es una gran obra dedicada, en su mayor parte, a un relato de algunos de los hechos de los primeros cristianos a través de la actividad de Juan, Marcos, Mateo, Santiago, Pedro, Juan y especialmente Lucas y Pablo. Todos ellos santos, al parecer, según la tradición cristiana. Naturalmente, siempre con la figura de Jesús como referente de fondo. La virgen madre, mujer humilde y corriente, también aparece a veces. Asoman por los lados los judíos, cómo no, los romanos y algunas figuras significadas de la época como Séneca, Marcial y algunos más. El mosaico es amplio, sumamente interesante y ampliamente documentado por las muchas lecturas específicas de Carrère. Pero no, no es un ensayo histórico, es una novela incuestionable porque es una novela de una novela. El Nuevo Testamento y los hechos de San Pablo (atención a la caída del caballo y el susurro divino que le inspiró), contienen infinitamente más ficción que el relato histórico de Carrère. «Para mí, la teología era solo una rama de la literatura fantástica, como solía decir Borges.» Emmanuel Carrère
SOBRE -El Reino- Emmanuel Carrère (2014) XIII
Para terminar el acercamiento a esta espléndida obra, dos citas de la misma: «Resumiendo: es la historia de un curandero rural que practica exorcismos y al que toman por un hechicero. Habla con el diablo, en el desierto. Su familia quiere que lo encierren. Se rodea de una banda de parias a los que aterra con predicciones tan siniestras como enigmáticas y que se dan la fuga cuando le detienen. Su aventura, que ha durado menos de tres años, concluye en un juicio chapucero y en una ejecución sórdida; en el desaliento, el abandono y el espanto. En el relato que hace Marcos no hay nada que lo embellezca o haga más amables a los personajes. Al leer esta crónica brutal, se tiene la impresión de estar lo más cerca posible de este horizonte para siempre inalcanzable: lo que sucedió realmente».
Y otra, como conclusión final del propio Carrère, después de siete años de trabajo en el libro, que es especialmente pertinente y acertada porque nunca se podrá atisbar algo de verdad en unos hechos que fueron concebidos, escritos y reescritos y, consecuentemente, interpretados y reinterpretados por muchas gentes interesadas, al menos durante tres o cuatro siglos: «…Yo estaba terminando este libro y estaba, la verdad, bastante satisfecho. Me decía: he aprendido muchas cosas escribiéndolo, el que lo lea también aprenderá mucho y estas cosas le harán reflexionar; he hecho bien mi trabajo. Al mismo tiempo una reserva me atormentaba: la de no haber llegado al fondo de la cuestión». FIN
SOBRE -El Reino- Emmanuel Carrère (2014) VIII.
Sigo leyendo El Reino, pero en la lectura empiezo a distraerme con demasiada frecuencia. No he terminado todavía el capítulo dedicado al iluminado San Pablo, y sí, está bien construido y el astuto personaje aparece como complejo, contradictorio, intrigante y con una notable ansia de notoriedad lo que proporciona bastante entretenimiento. El problema es que es largo, pasan páginas y páginas y no llegamos a ningún sitio, salvo al relato de las idas y venidas del «elegido» entre la células que creó en Asia menor y Grecia. Fue gracias a Pablo que el cristianismo se reprodujo y perpetuó a través de la creación de iglesias y sus célebres circulares (las epístolas) que se sustentaban, esencialmente, en una falacia: la resurrección…
SOBRE -El Reino- Emmanuel Carrère (2014) IV.
Por mi parte, para conseguir ser artista, estaría dispuesto a tratos peligrosos con el diablo. Sin dudarlo firmaría un draconiano acuerdo con el maligno para que me convirtiera en un creador inspirado. Todo por el Arte. Sí, podría ser uno de esos locos que viven a tumba abierta, pero la dificultad para ese apaño es que el diablo no sabe que existo, y ni siquiera sé quién podría presentármelo (podría pedírselo a Carrère, pero tampoco le conozco). Por otro lado, todas estas improvisadas disquisiciones me hacen preguntarme si es posible el Arte sin memoria memorable. Me temo que no, aunque siempre se pueden construir hechos, una memoria imaginaria, pero no sé si valdría. No me considero capaz, luego no tengo ninguna posibilidad de acceder al Arte. Sí, sería algo así como lo que dice José Emilio Pacheco: «La memoria inventa lo que evoca y la imaginación ilumina la densa cotidianidad»…
SOBRE -El Reino- Emmanuel Carrère (2014) IX
Poco a poco, los conversos comienzan a sospechar que la vida en la tierra y el inmediato juicio final con la resurrección de los muertos no tendrá lugar, al menos inmediatamente (el siglo I de nuestra era), lo que les decepciona. Tantas ilusiones crédulas para nada, había que seguir y vivir y morir y descomponerse vulgarmente. Tanta ilusión de salvación y gloria eterna para nada, por el momento, claro. Salvo en la leyenda o en la recreación literaria del Jesucristo resucitado, nadie ha vuelto nunca del otro lado. Si el embarazoso asunto de la resurrección fuera cierto, me pregunto cómo sería la carne del momento de la muerte (es la opción elegida por los guionistas de Les Revenants), pero que a mí ya no me conviene porque moriré viejo y mi carne ahora está hecha un asquito y solo puede ir a peor; así que preferiría poder elegir otra edad de mi tiempo donde pudiera mostrar para la eternidad un aspecto más vistoso y carnes más turgentes. Aunque todo, siempre, puede ser mucho peor si mi aspecto, cuando sonaran las trompetas del advenimiento de Dios a la tierra para juzgarnos (ahora no sé si sería el padre o el hijo quien vendría en comisión judicial) solo fuera el de un escueto esqueleto, o peor aún si me incineran, porque solo sería un sospechoso y grisáceo polvillo volátil y trivial. Menudo plan, mejor que esa creencia incomprensiblemente consoladora no sea cierta «por Dios»…aunque suponga una insoportable decepción para los millones y millones de seres que se aferran a tan absurda y necrófila fantasía…