"Qué invento asombroso, la ciudad…". Antonio Muñoz Molina
A lo largo del mucho tiempo que lleva fotografiando, lo ha hecho en diversas ciudades (espléndidas), pero sin atenerse a un plan concebido, seria y profundamente de acuerdo con sus ideales estéticos o filosóficos. No, que va; los viajes han sido en parte circunstanciales; aunque la elección de la ciudad haya respondido a coordenadas culturales y estéticas previamente elegidas. Luego, una vez allí, según me dice, la técnica consiste en deambular caprichosamente porque, piensa, que en cualquier momento aparecerá la fotografía que le estaba destinada. Es más, está convencido de que es así, porque los dioses de la fotografía y el azar le guían amorosamente. No. No es un individuo con inclinaciones esotéricas, sino que piensa que las localizaciones muy controladas no son garantía de nada. Los hados fotográficos pueden estar en cualquier parte. Por ejemplo en las calles, en cualquier calle de cualquier «espléndida y bella» ciudad, puede haber una fotografía fabulosa esperándole. Está Convencido. El Sabrá. Esta serie se titula: -Las fabulosas calles –
Tres de Junio V…Después de Mafra a Sintra. Me gusta mucho Sintra. El palacio nacional tiene dos inmensas chimeneas que se asemejan a gigantescas botellas, que contuvieran el misterioso elixir de la belleza. Aunque me temo que sólo son chimeneas. A pesar de que me fascinan, nunca he sabido cómo fotografiarlas. Esta vez tampoco. El perímetro del palacio resultó más asequible y expresivo a mi vieja cámara grande…
«El hombre medio está más realizado en Francia que en ningún otro sitio. Su nivel supera el del inglés, del alemán o del italiano. La mediocridad ha alcanzado tal estilo, que resulta difícil encontrar en el individuo corriente, en el hombre de la calle, ejemplos de estupidez evidente. Todo el mundo sabe presentarse, todo el mundo sabe algo. En eso es grande Francia mediante cosas insignificantes. Podría ser que, a fin de cuentas, la civilización no fuera otra cosa que el refinamiento de la trivialidad, el pulido de las cosas minúsculas y el mantenimiento de un poco de inteligencia en la accidentalidad cotidiana, es decir, volviendo la tontería natural tan soportable como posible, al envolverla en gracia y darle el lustre de la finura». E. Cioran (De la France, 1941)
…Había optado por un objetivo largo y una película rápida. El pueblo me defraudó enseguida. No encontraba nada que me interesara. Era pequeño, aunque no tanto como esperaba. Hice algunas fotografías, por hacer algo. De esta calle por ejemplo, de la que me resultó curioso el nombre: Sotoca ¿Qué querría decir ese nombre para las gentes de este pueblo? Luego, en google, me enteré que era un pequeño pueblo de la provincia (quizá tendré que acercarme a ese sitio, por no contrariar el hilo literario del azar). En los pueblos pequeños sucede una curiosidad, no siempre grata, y es que la poca gente con la que te encuentras suele mirarte con extrañeza y sospecha. Saben que no eres de allí y que no has ido a llevarles nada, así que siempre supongo que piensan: -quién será este tipo, habría sido mejor que no viniera y debería largarse cuanto antes-. De hecho, en lugares así, siempre tengo la sensación de estar invadiendo un territorio privado y que en cualquier momento me pedirán explicaciones. Con la cámara grande volví a pasar casi por las mismas calles. Observé que muchas de las casas eran construcciones nuevas con estilo tradicional o local, pero con pretensiones, de dueños con posibles, pero sin elegancia. Domingueros. Casi todas ellas estaban cerradas…