La búsqueda interminable de lo imposible…

TETRALOGÍA FOTOGRÁFICA SOBRE AUGUSTUS, de John Williams. Carta de Octavio César a Nicolás de Damasco. 9 de agosto del 14 d. C.
CUATRO o la mirada lúcida sobre el eros y la decadencia:
«He llegado a pensar que en la vida de todo hombre antes o después llega un momento en que es consciente -más que de ninguna otra cosa y con independencia de que pueda o no expresarlo en palabras- del hecho de que está solo y dividido, y de que no puede ser más que el pobre hombre que es. Miro ahora mis delgadas pantorrillas, la piel marchita de mis manos, las carnes flácidas y manchadas con la edad, y me resulta difícil comprender que en su día este cuerpo buscara la liberación de sí mismo en el otro, al igual que ese otro la buscaba en él. Hay quienes dedican toda su vida a ese instante de placer y se sienten amargados y vacíos cuando el cuerpo ya no puede, como inevitablemente ocurre. Se sienten amargados y vacíos porque sólo han conocido el placer sin saber lo que este significaba. Pues, contrario a lo que creemos, el amor erótico es el menos egoísta de todos: su propósito es ser uno con el otro y escapar así de uno mismo. Este tipo de amor es el primero que muere, claro está, deteriorándose a medida que lo hace el cuerpo que lo posibilita, y por esa misma razón sin duda muchos lo han considerado su manifestación más vil. Pero el hecho de que haya de morir, y que lo sepamos, lo hace aún más valioso, y una vez que lo hemos descubierto dejamos de sentirnos atrapados y exiliados sin remedio en el interior de nuestro ser». John Williams

TETRALOGÍA FOTOGRÁFICA SOBRE AUGUSTUS, de John Williams. Carta de Octavio César a Nicolás de Damasco. 9 de agosto del 14 d. C.
DOS o la mirada lúcida sobre el sentido del gobierno:
«Así pues, no fue por idealismo o porque me creía moralmente superior que decidí cambiar el mundo, motivos que invariablemente engendran el fracaso. Y tampoco lo hice para incrementar mis riquezas y mi poder, dado que la riqueza que va más allá de la comodidad de uno mismo me ha parecido siempre la más aburrida de las posesiones, y el poder que va más allá de su utilidad, la más despreciable. Lo que vino a buscarme aquella tarde en Apolonia hace casi sesenta años era el destino, y decidí no rehusar su abrazo. No obstante, fue más una especie de intuición que una certeza lo que me hizo comprender que si el destino de uno es cambiar el mundo, es necesario primero cambiarse a sí mismo. Para poder obedecer a su destino uno debe hallar o inventar en su interior una parte de su persona que sea resistente e indiferente a sí mismo, a los demás, e incluso al mundo que tiene por misión reconstruir, no conforme a su propio deseo sino con arreglo a una naturaleza que irá descubriendo a medida que lo hace…»
«…La desesperanza que he expresado se me antoja ahora indigna de lo que he realizado. Roma no es eterna, no importa. Roma sucumbirá, no importa. Los bárbaros la conquistarán, no importa. Roma tuvo su momento, que no morirá del todo. El bárbaro se convertirá en la Roma que conquiste, nuestro idioma suavizará su ruda lengua, y el recuerdo de lo que destruya correrá por sus venas. Y en el devenir de un tiempo que es incesante como este mar salino sobre el que frágilmente me hallo suspendido, el coste es nulo, mucho menos que eso». John Williams

TETRALOGÍA FOTOGRÁFICA SOBRE AUGUSTUS, de John Williams. Carta de Octavio César a Nicolás de Damasco. 9 de agosto del 14 d. C.
TRES o la mirada lúcida hacia uno mismo en el universo y el tiempo:
«A medida que se envejece y el mundo va perdiendo significado, uno se pregunta más y más acerca de las fuerzas que le han impulsado a lo largo del tiempo. En realidad los dioses son indiferentes a esa pobre criatura que avanza penosamente hacia su destino, y le hablan de forma tan abstrusa que, a la postre, él mismo ha de decidir el significado de sus designios. Así pues, en mi papel de sacerdote, examiné las entrañas e hígados de cientos de bestias y, con ayuda de los augures descubrí (o me inventé) los presagios que me parecían adecuados a mis intenciones, llegando a la conclusión de que los dioses, si existen, no importan…Quizás tuvieras razón después de todo, querido Nicolás: quizás sólo existe un Dios. Pero si eso es cierto, te equivocaste en el nombre. Se llama Azar, su sacerdote es el hombre, y al final la única víctima de ese sacerdote es el mismo hombre, su pobre ser dividido». John Williams


