Ceremonia transcendente: la casa la derribaron al día siguiente…
…No obstante, me gustaría dejar dicho una cosa a propósito de los Artistas del Mundo, en este caso fotógrafos (los que mencioné ayer, por ejemplo): si fuera tan Alto como Ellos (y otros muchos), me vería obligado a mantener una reflexión permanente sobre el sentido del lenguaje que utilizo y mi destino como artista que emite señales al mundo. También tendría que interpelarme diariamente sobre mi capacidad de penetración en las conciencias, y el gusto de los que potencialmente podrían observar mi obra. Tremendo, no? A mí eso no me pasa. Yo sólo me río y asalto casas abandonadas…
…Como escribió Montaigne: «No hago nada sin alegría«. Esa es la idea. Ah, pero también que todo ese barullo de hacer y hacer tenga algún sentido, aunque sea leve. Que resulte algo así como «la insoportable levedad del ser –y el vivir-» (paráfrasis con añadido de mi cosecha, del título de la novela de Milan Kundera). Tampoco se trata de refugiarse en un estado de inconsciencia permanente para que así el paso del tiempo duela menos. O tal vez sí. No sé. Quizá la clave esté en conseguir hacer lo que cada uno tenía reservado, sonriendo, aunque eso casi nunca se sabe lo qué es. Y ya está. La calidad o interés de lo hecho tiene una importancia relativa. La cuestión radicará, entonces, en no perderse, o confundirse, o entontecerse, o embrutecerse. También en no hacer daño a nadie, sencillamente porque no es necesario para reír y disfrutar viviendo…
…Ah, y que no se me olvide un valor añadido que me proporciona una satisfacción regia, grandiosa, me refiero a no ser nadie y por lo tanto dueño de todos mis fracasos, y no preocuparme de nada que tenga que ver con los demás. Me explico: creo que si fuera un Gran Fotógrafo, como García Alix, por ejemplo, o como Madoz, aunque ese me parece que es otra cosa, más bien un Gran Creador de Paradojas Visuales, que sólo utiliza el soporte fotográfico instrumentalmente (es un medio fotógrafo, aunque sepa fotografiar estupendamente), tendría que dar explicaciones. Bueno, y qué más da, todo vale si sirve. A mi esos tipos y todos los demás me dan exactamente igual porque cuento con la Suerte, que últimamente permanece a mi lado a todas horas…
Paul Valery dijo: «Todos estamos destinados a ser tediosos». Tenía razón, es una afirmación irrefutable. No me cabe ninguna duda que yo lo soy para todo el mundo. Abrumadoramente. Me lo noto y me lo hacen notar enseguida. Por mi parte, no puedo evitar que ellos me despierten a mí el mismo sopor. Cuando estoy con alguien percibo unas vaharadas de tedio que hacen que el aire entre nosotros sea irrespirable. Nos tenemos que separar enseguida, so pena de caer fulminados por falta de oxigeno o simplemente dormidos. Sin embargo, a mí, solo, no me pasa. Afortunadamente estoy encantado con la relación tan fluida y entretenida que mantengo conmigo mismo. No me aburro jamás a solas, me lo paso estupendamente siempre, a todas horas. Al menos, por el momento. Una de las razones es que soy descarnadamente consciente del poco tiempo que me queda y de lo mucho que aún tengo por hacer, sobre todo, intentar paliar mi gran déficit de placeres y risas…
…De todas formas, si el final se adelanta peligrosamente para mí, el mundo no tiene por qué preocuparse porque nada de lo que me propongo hacer será importante para nadie. Sin embargo, yo lo sentiré mucho; y quizá, durante un rato, los míos, pero como son pocos, nada se conmoverá. Fotografío y escribo. Mis fotografías no cambiarán la evolución del lenguaje fotográfico, ni crearán tendencia, y ni siquiera entretendrán a nadie. De lo que escribo, mejor ni hablar. Ah, pero lo que consigo hacer diariamente, banalidades tal vez, junto con la suerte claro, es inmensamente importante. Da sentido a mi vida y me mantiene permanente e ilusoriamente ilusionado. Ah, y no me preocupa en absoluto que Remy de Gourmont tenga razón: «Un imbécil no se aburre nunca: se contempla».Vale, de acuerdo, pero que todo sea un jolgorio que dure y dure. Que no acabe nunca…
…Ahora cuento con la suerte. Seguro. Qué lástima que haya venido a pasar una temporada conmigo tan tarde (la suerte). Y ahora todo son prisas y atropellos. Queremos vivir en poco tiempo todo lo que no habíamos compartido antes. Tantos años dando vueltas buscándonos y sin encontrarnos. En fin, mejor un poco que nada. Lo malo es que ya empiezo a tener algunos achaques; por ejemplo, cuando me levanto, me duelen durante unos instantes las articulaciones, pero enseguida, la suerte, me da un amoroso empujoncito y hala, a correr, no vaya a ser que nos perdamos algo…