“Somos nuestra memoria,/somos ese quimérico museo de formas inconstantes,/ese montón de espejos rotos”. Jorge Luis Borges
ÉRASE UN HOMBRE QUE BUSCABA SEGURIDAD EN SÍ MISMO. Y NUNCA LA ENCONTRABA:
Segismundo dudaba. Permanentemente tembloroso y titubeante. Cualquier cosa que tenía que hacer le suponía zozobra e incertidumbre. En algún momento había oído o leído, y así lo había asumido, que su fuerza sólo podría encontrarla dentro de sí. Pero, cuando tenía que actuar y confrontar sus capacidades con los otros y el mundo, el pánico se cernía amenazante sobre su espíritu… Segismundo se acercaba despacio al escenario donde tendría que verse frente a sí mismo y,…
…Segismundo se observaba realizando el esfuerzo titánico e intentando desesperadamente sacar de sus entrañas lo mejor de sí mismo, pero enseguida notaba todas sus insuficiencias ahogándole. Su expresión se desencajaba y se reconocía, claro que sí, pero sus sensaciones eran decepcionantes, como siempre. Segismundo no estaba a la altura en la que idealmente se veía en sus sueños de seguridad y plenitud…
…Segismundo, un instante antes del fatídico momento, sentía un ligero estremecimiento que le sacudía el cuerpo. Una vez que había decidido dar el indeseado paso adelante lo hacía, pero en una especie de insegura e incontenible convulsión…
…A Segismundo, cuando todo había terminado, le invadía un frustrante malestar: sentía que no había llegado a la imagen ideal de sí mismo que necesitaba encarnar. Había buscado en su espíritu, como creía que tenía que hacer, la fuerza y seguridad necesaria para resolver eficazmente su papel en ese momento; pero nada, una vez más, no había encontrado la confianza y solvencia largamente anhelada, así que, con una desastrosa y sufriente percepción de sí mismo, daba media vuelta y huía. Pobre Segismundo, el inseguro.