El boxeador buscaba desesperadamente un contrincante…solo encontró el aire, y perdió…
UN CUENTECITO SOBRE LA MALDICIÓN DEL DESORDEN POLÍTICO, los resultados: “El enemigo más peligroso de la razón y de la libertad de nuestra sociedad es el sufragio universal. El mal está en la maldita mayoría liberal del sufragio, en esa masa amorfa”. (Dr. Sockmann. Personaje de Un enemigo del pueblo). Henrik Ibsen. Nos derrotaron por KO. Perdimos, como estaba previsto. Ganaron los de enfrente (los populistas). Tienen vocación intervencionista desde la premisa del predominio de lo público, lo que hace pensar que meterán las narices en lo privado (territorio sagrado para mí); y además, por si fuera poco, como la unidad nacional les trae absolutamente sin cuidado, convertirán a este país, más pronto que tarde, en un puto y lamentable caos territorial. Es más, a cambio de miserables y provisionales votos lo harán desaparecer tal y como lo hemos conocido en estos últimos quinientos años. Los debates no fueron necesarios (cuatro horas de mi vida tiradas a la puñetera basura) porque, como era de esperar, los resultados han sido los que ya sabíamos desde hacía mucho tiempo antes a través de las encuestas de opinión. Siempre aciertan, independientemente de lo que después digan los líderes y los programas. Para mí, políticamente nada tiene solución porque me siento radicalmente alejado de las tendencias predominantes. Mi idea política, si es que se puede llamar así, sería una sociedad en la que fuera posible la eficacia en la gestión de las cosas públicas: orden institucional, pragmatismo organizativo, asepsia ideológica, eficacia en la gestión económica (sin dinero no hay paz), estricto cumplimiento de las leyes (sin ley la democracia es imposible), sentido de la unidad política y cultural (unidos somos más y potencialmente mejores), sentido y sensibilidad universalista (y olvidarnos de anhelos pueblerinos); podría seguir, pero me canso. Un escenario donde se erradicaran, por sediciosas y subversivas, las torpes e incultas pasiones ideológicas (es decir la manipulación); que hiciera posible el desarrollo máximo de las libertades individuales, aspiración de cualquier sociedad evolucionada. No soy politólogo, luego todo lo que acabo de proponer debe ser una inmensa tontería, o tal vez una boutade, pero a mí me gusta. Lo mejor para mi equilibrio emocional será que me ocupe de mis cosas y pase olímpicamente de lo general, o de lo público, o como se quiera llamar.
UN CUENTECITO SOBRE LA MALDICIÓN DEL DESORDEN POLÍTICO, el veintiocho de abril fui a votar: tuve que vencer cierta reticencia y desgana. Voté a un partido del espectro de los llamados, despectivamente, “las derechas” por los llamados “progresistas” (un ejemplo más de la perversión del leguaje político), porque a alguien tenía que votar. Mi voto, pensé que era coherente porque votaba a perdedores (luego a gente parecida a mí), pero sobre todo y fundamentalmente a un partido que se autoproclama liberal, demócrata y firme partidario de la unidad nacional. Yo también me siento cómodo con esos planteamientos, aunque en modo ferozmente individualista. Solipsista casi. En política, como en todo, soy un fajador indiferente, indolente, rehúyo el combate y me siento cerca de la posición que mantenía Schopenhauer, según recuerda John Gray: “En términos políticos, era un liberal reaccionario que solo esperaba del Estado protección para su vida y su propiedad” …
UN CUENTECITO SOBRE LA MALDICIÓN DEL DESORDEN POLÍTICO, los debates: “Se impone que desaparezcan los cabecillas de partido. Todo cabecilla es un lobo, un lobo hambriento que necesita para vivir cierto número de gallinas y corderos”. Henrik Ibsen. Los líderes de los partidos llamados a gobernar han combatido agresivamente, durante unas dos horas, en dos días consecutivos. Se han esforzado en superar sus deficiencias y han mostrado una cierta esgrima y juego de piernas en algunos fugaces momentos. Unos más incisivos que otros, aunque todos cómplices de la misma pantomima. Solo hacían guantes. Algunos, hasta ocurrentes en algún momento. Lo que pasa es que, oyéndolos, percibes que su argumentario es una inacabable sarta de mentiras. Falacias orientadas hacia el engaño a cambio de poder. Tan rudimentario todo. Prometen con todo descaro una serie de beneficios y utópicas mejoras que saben que jamás podrían pagar. Como si los electores fuéramos idiotas, que a lo mejor sí. Los españoles somos una frustrante aglomeración de seres contradictorios, dados a autolesionarnos con una emocionalidad furibunda, súbita, desinformada e ignorante. Llevamos siglos demostrándolo. Padecemos una incultura oceánica, lo que nos coloca como víctimas propiciatorias de la más grosera manipulación (léase, por ejemplo, el ridículo juego de palabras: políticos presos por presos políticos). Eso es gravísimo porque condiciona funestamente el mínimo e imprescindible sentido del orden y el raciocinio. Los políticos tergiversan el significado de las palabras que constituyen la piedra roseta de la convivencia política (libertad, democracia, progresismo, justicia, fascismo, unidad, nacionalismo, diálogo, golpismo, constitución…). A partir de esas aciagas circunstancias todo se desbarata, y el espacio y convenciones para el mínimo entendimiento se perturba y contamina. Oyendo a los “líderes” es inevitable sentir decepción y tristeza al saber que no sabrán dirigir nuestros atribulados pasos como país del primer mundo que deberíamos ser. “La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección hecha merced a una mayoría incompetente”. George Bernard Shaw…
UN CUENTECITO SOBRE LA MALDICIÓN DEL DESORDEN POLÍTICO, o los partidos golpean de nuevo. Dieciséis de abril: estamos en una jodida campaña electoral (no he podido publicar esta crónica en tiempo real porque estaba con lo del viaje a Perú y Bolivia). Cuando escribo esto, vivo espantado con lo que veo y oigo. Como decía el lúcido y enigmático coronel Kutz, en Apocalypse Now: -el horror, el horror, el horror… Eso es lo que siento observando esta estúpida y manipuladora pantomima, construida a base de falacias y vanidades. Horror cuando oigo el desprecio absoluto a la inteligencia y al sentido común. Horror, cuando veo a un líder político que quiere destruir el país abrazando todas las banderas independistas que salen a su paso, sean de donde sean y a otro, caminando como si levitara, henchido de grosera e indisimulada vanidad. Por si fuera poco ese triste panorama, luego están los que invocan viejos mitos (Don Pelayo o Franco), y así todos, a cual más insufrible ¡¡¡Qué Horror, Qué Horror, Qué Horror!!! Todos mienten (de cualquier modo sería inconcebible un gobernante que no mintiera). Ah, se me olvidaba, habrá debates para defender las ideas que contienen sus programas, dicen; un gesto completamente estúpido, porque los electores somos gregarios por naturaleza y sabemos previamente a quién votaremos. Da igual lo que digan y el carisma que desplieguen. Otra cosa sería si las confrontaciones fueran físicas, como espectáculo sería infinitamente más entretenido. Los electores, que somos quienes les sostenemos, y para entretenernos un poco, deberíamos tener la prerrogativa de elegir las armas y reglas de sus disputas, a ser posible cruentas. “La democracia ya no inspira el menor escalofrío y, como aspiración, es sosa y anacrónica”. E. Cioran…