Los gallos se movían, siempre desde la derecha hasta la izquierda, en la habitación devastada…

EL ARTE EN TRES LECCIONES DE MARCEL DUCHAMP (y un epílogo de T.S. Eliot) III: «…el «coeficiente artístico» personal es como una relación aritmética entre lo inexpresado pero intencionado y lo expresado sin intención…el acto creativo no lo realiza solamente el artista; el espectador pone la obra en contacto con el mundo exterior al descifrar e interpretar sus cualificaciones internas, y de este modo añade su contribución al acto creativo. Esta contribución es todavía más evidente cuando la posteridad otorga su veredicto final y rehabilita a artistas olvidados». Marcel Duchamp

EL ARTE EN TRES LECCIONES DE MARCEL DUCHAMP (y un epílogo de T.S. Eliot) II: «Si le damos al artista los atributos de un médium, debemos, en consecuencia, negarle el estado de plena consciencia, en el plano estético, respecto a lo que hace o por qué lo hace. Todas sus decisiones en la ejecución artística de la obra permanecen en el dominio de la intuición pura y no pueden traducirse en un auto-análisis, hablado o escrito, ni tan siquiera pensado». Marcel Duchamp

EL ARTE EN TRES LECCIONES DE MARCEL DUCHAMP (y un epílogo de T.S. Eliot) I: «En el acto creativo, el artista pasa de la intención a la realización a través de una cadena de reacciones totalmente subjetivas. Su lucha hacia la realización es una serie de esfuerzos, dolores, satisfacciones, rechazos, decisiones, que no pueden ni deben ser plenamente conscientes, por lo menos en el plano estético». Marcel Duchamp

…Antes de que pueda asentarse una nueva tecnología vendrá otra a sustituirla y la fotografía estará condenada a no tener paz, a ser un alocado lenguaje a la búsqueda incesante de su razón de ser. La supuesta realidad estará siempre ahí, los que fotografíen también, el mundo, la luz, las gentes, todo en definitiva, pero el soporte y la identidad del lenguaje no tendrá ni un momento de sosiego, tan necesario para que el artífice pueda pensar despacio sobre sí mismo y su mirada…

Últimamente pienso, discontinuamente, que es mi forma habitual de pensar, que la fotografía, en su acepción clásica, ha muerto. Es un cadáver insignificante abocado al recuerdo pintoresco y a la superficial curiosidad. Apenas nada en la historia, o sólo, sustento servicial de ella. Los soportes tradicionales, también llamados analógicos, huelen a antigualla y están abocados a amarillear enseguida. Vistos ahora, resultan tan limitados comparados con las inagotables y límpidas prestaciones de los actuales que todas las búsquedas e indagaciones para dotar al lenguaje fotográfico de un sentido que espantara las sospechas de extraño, impostor y facilón hibrido en las artes icónicas, están caducadas antes de que hayamos podido asimilarlas del todo. Sí, la fotografía murió antes de llegar al umbral del reconocimiento verdadero, en la frustrante orilla. No tuvo tiempo. Nada más nacer, por ser hija de la incipiente tecnología, estaba condenada a morir pronto, justo en el momento que la ciencia alumbrara mecanismos más evolucionados. Los soportes y técnicas significan e inciden decisivamente en el sentido ontológico del lenguaje, luego la fotografía ha sido, y será, pasto de un permanente movimiento de búsqueda de su razón de ser al ritmo infernal impuesto por el consumo fácil y rápido…

…Por eso no he querido oír los cantos de sirena de los nuevos soportes y acabados, tan asépticos y virtuales o quizá, más bien, artificiosos. Tengo una muy limitada inteligencia lógica, por eso no puedo distraerme con las incesantes innovaciones. Siguiendo la vía tecnológica me perdería y no conseguiría seguir el hilo de mi discurso, ya de por sí fragmentado, de lo que quiero decir en fotografía, que todavía no sé muy bien lo que es…