Quería hacer fotografías diferentes…pero eso, me di cuenta enseguida, era un propósito harto difícil…
LOS CREYENTES IX. Trescientos metros más adelante me encontré a otro amigo, nos paramos, nos preguntamos por la salud, ambos coincidimos en que nos encontrábamos bien y ya está. Nos despedimos porque apenas si teníamos algo más que decirnos. El tercero apareció apenas diez metros más adelante, pero ya eran demasiados y no nos saludamos. En mi ciudad, estas desganas las resolvemos de un modo peculiar, al menos en mi caso y en el de mis conocidos: nos cruzamos fríamente, sin disimular, como si no nos hubiéramos visto en la vida. Se da el acuerdo implícito de desentendernos, ambas partes asumimos el juego con naturalidad, pero eso no es óbice para que en otro momento en el que nos venga mejor, nos saludemos como lo que somos en realidad, conocidos de muchos años. Es lo que sucedió en esta ocasión…
LOS CREYENTES X. Este año me había propuesto fotografiar de modo diferente a como lo he hecho siempre, o casi siempre. Algunos días, anteriores al majestuoso momento, cuando caminaba a pleno sol por el campo, precedido de Míster Brown, interrumpía mis erráticos pensamientos para plantearme seriamente qué fotografías podría hacer de los virtuosos Creyentes, rebosantes de certezas. El propósito me duraba unos segundos porque enseguida volvía a mis errabundas y evanescentes divagaciones sobre nada…
LOS CREYENTES XXX. Creo que tengo que ir terminando ya. Poco más se me ocurre. He empleado treinta fotos realizadas este año y una en mil novecientos ochenta y uno (exigencias del guión escrito). De las que hice, han quedado treinta y cuatro fotos sin publicar que quizá me sirvan para otros fines, o tal vez, después de tenerlas un tiempo guardadas, me canse de ellas y las elimine. No sé sí volveré a fotografiar el año próximo, no debería porque siento un inmenso cansancio de mi interminable afán por captar el secreto de los Creyentes sin conseguirlo. A estas alturas de la historia tengo la sensación de haberme repetido con estas crónicas en este diario a lo largo del tiempo. No puedo comprobarlo dado que esos escritos están repartidos a lo largo de cuatro mil ochocientas ochenta y seis entradas, y ahora no tengo tiempo. Quizá pueda verlo cuando decida confeccionar libros temáticos, pero tampoco sé cuándo podré hacerlo, o, mejor dicho, cuando me apetecerá. Bueno, el caso es que por el momento da igual porque ha quedado atrás y es como si no existiera. Lo que no se ve no ha existido, o sí, pero esa aporía es excesiva para mí. En cuanto a las fotografías, también se parecen a otras ya realizadas; igual que los Creyentes, tan parecidos todos entre sí…
LOS CREYENTES VI. A estas lamentables circunstancias que me acompañan desde siempre (de nacimiento), se une el hecho de que estoy pasando por una terrible crisis de autoestima y de impulso para realizar cualquier actividad, sea la que sea. Supongo que eso tiene que ver con la depresión, o simplemente que presiento el final próximo y todo me da igual. Ya nada es posible, ya no hay nada hacia lo que sienta la suficiente motivación para movilizarme. Siempre se me aparece la nefasta pregunta: ¿para qué? Ahora nunca encuentro la respuesta. A partir de ahí, lo poco que hago está marcado por un instinto muy básico de supervivencia. El futuro se me aparece como una pesada carga que tengo que arrastrar penosa y tristemente. Espero que las distancias se acorten y la vejez no suponga un largo y doliente viaje a la nada. Los Creyentes tienen el consuelo de sus creencias, supongo, porque si no han hecho una inversión tonta, muy tonta. Yo salgo a su encuentro a ver si me entero de algo de su lujoso y proteico secreto, pero por más que miro sus caras, detrás de las cuales deben estar sus vidas, no veo nada que resulte alentador. Me parece que deben estar tan jodidos como yo, porque, además, casi todos son igual de viejos…