Primera y penúltima tarde de mi vida en San Francisco.
Habíamos llegado a media mañana y enseguida nos dispusimos a caminar por la ciudad, ávidamente. Mediodía: zona turística del puerto y poco más. Primera hora de la tarde: caminábamos con la imagen del penal de Alcatraz a la derecha. No podía apartar la vista y películas sobre ese lugar acudían a mi memoria: la inmensa interpretación de Burt Lancaster en El hombre de Alcatraz y la de Clint Eastwood en La fuga de Alcatraz; los personajes míticos que pasaron por allí y los no menos legendarios intentos de fuga. La luz se balanceaba sobre la bahía entre la niebla y la claridad. Todo iba bien y me sentía feliz, cargado con mis cámaras y mi asombro. «Es curioso, pero se cuenta que todo el mundo que desaparece es visto en San Francisco. Debe ser una ciudad encantadora, y posee todas el atractivo del siguiente mundo.» Oscar Wilde