Nos gustan las noches porque son perfectas para establecer relaciones breves, fugaces, descomprometidas. Todo se reduce a diálogos cortos con espacio para la ocurrencia, el juego, la risa y se acabó. Antes de darte cuenta todo ha terminado y sin empezar nada todo es olvido. Perfecto. La fugacidad de unos minutos frívolos son ideales para equilibrar la pesada e inevitable cuenta de las relaciones sociales. Puesto que tenemos que tratar con nuestros semejantes (sobre esto último habría mucho que hablar), si no queremos que los silencios nos enloquezcan, hagámoslo levemente, y que dure poco, lo menos posible, para así poder dedicarnos a lo que verdaderamente importa…
9 NOVIEMBRE 2008
© 2008 pepe fuentes