10 NOVIEMBRE 2008

No obstante, la cuestión de la sociabilidad controlada y deseada, no es asunto fácil. Podría parecer que somos unos misántropos, especialmente yo, pero no, que va, todo lo contrario: a mi me gusta mucho la gente. Soy un sentimental irredento. El único problema es que sólo me interesan los que me gustan, el resto no y en eso soy muy radical: a los que no me agradan no quiero verlos ni de lejos: sólo me irritan, no hay margen para la indulgencia y las componendas. Hay otro problema añadido: los temas de conversación; ninguno de los que se manejan en relaciones convencionales para sostener la ilógica relación circunstancial entre extraños, tiene sentido para mi. Han pasado tres días desde que acabó el viaje y no recuerdo absolutamente nada de lo que pude hablar con los «compañeros» del viaje de «placer». Todos podíamos habernos ahorrado el esfuerzo de tener que mirarnos (que no de vernos).