Veintiuno de mayo, jueves, ocho de la mañana:
Me he sentado frente al ordenador.
He retocado algunos textos del diario,
con pocas ganas, del mes que viene
(el tiempo cronológico es una evitable convención).
Llevo ocho días con un resfriado inclemente,
eso me permite funcionar desordenadamente,
con el mínimo esfuerzo,
como a mi me gusta,
aunque siempre me culpabilizo por ello:
-no puedo desprenderme de mi lado timorato-