24 DICIEMBRE 2009

…Como decía hace poco Juan Gelman: «Si un poeta escribe para el lector, lo está engañando. Y engañándose a sí mismo. Uno dice: esto está oscuro, pero es lo que me pasó». Pero yo no soy poeta. Tampoco escribo para nadie. Sería estúpido que me engañara. O no, y resulta que es inevitable. «Mientras consume su cuota de vida, cuántas verdades elude el ser humano?» Augusto Monterroso. Los enfermos terminales no suelen asumir su situación y piensan en su futuro infinito como seres vivos. Sin embargo, los aparentemente sanos, sí pensamos en la finitud. Yo al menos sí. Y en algo casi peor: en la decadencia. A partir de esa fatal convicción sólo puede haber una alternativa a la locura: las mentiras piadosas o autoengaño. Nadie puede sostener la verdad y casi ni siquiera la sospecha. También de Gelman: «…Uno escribe para enterarse de lo que pasa. Nunca sabes lo que querías decir hasta que lo has escrito».A mi me pasa lo mismo con este diario, salvo que tengo un serio problema de memoria: escribo y me entero (creo), pero inmediatamente lo olvido y vuelta a empezar. Además, el diario tiene otro efecto fatídico: una vez que el día termina, pasa a ser pasado; es como si no hubiera existido nunca…