En el laboratorio, en una sesión de positivado de alrededor de siete horas o más (es el tiempo que duran las mías), ocurren muchas cosas. Fotografías sobre las que tenía expectativas y que resultan fallidas: después de un intento sé que son insalvables, haga lo que haga. Sin embargo, otras, con las que no había contado, aparecen esplendorosas. Negativos contiguos, y que aparentemente tienen la misma densidad porque están tomados en el mismo escenario y con un intervalo de tiempo muy corto, y además con el mismo revelado, necesitan tiempos de exposición distintos para alcanzar los mismos tonos, contraste y sentido. La razón, aunque aparentemente inexplicable es sencilla: la luz, sutilmente, va cambiando a lo largo de la toma. A partir de esa circunstancia apenas perceptible, la respuesta del proceso físico químico es distinta. Esa eventualidad me suele ocasionar quebraderos de cabeza y malograr copias. A veces demasiadas.
22 FEBRERO 2010
© 2009 pepe fuentes