Siete de julio V: como ya he dicho, el camino que acaban de hacer por cuenta del erario de la ciudad es espléndido, y me hace feliz todas las mañanas. Cuando camino por él, veo mi casa. Todo resulta cercano y hogareño. Quizá algo pequeño. Además, y por si fuera poco, viví desde los diez hasta los veintidós años en una casa al lado del palacio-castillo que se divisa al fondo. No, no era ni soy inmensamente rico, todo lo contrario, mis padres eran los guardas-servidores de los señores del palacio-castillo. El alcalde de la ciudad, un tipo que identifico en fotografías, pero que difícilmente reconocería si me lo encontrara en la calle (nunca me he tropezado con alcaldes, salvo en las procesiones, en las que caminan solemnes pero distantes, por lo que no sé cómo son de verdad, al natural), ha tenido la magnífica iniciativa por la que me siento sumamente agradecido; es como si el camino lo hubiera hecho para mí. Un gran alcalde, sin duda. Creo que si se presentara a la reelección le votaría (es lo menos que puedo hacer por él), si me dan ganas antes que cierren las urnas, claro (lo que es altamente improbable).
31 JULIO 2010
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