–Y las monjitas no sabían que yo era un fotógrafo «artístico» con una película muerta, aunque incorrupta II. Desde el visor de la cámara no me gustaron nada: sólo eran vulgares candados situados en el lugar equivocado, con un metafórico y tonto mensaje. Las parejas que los habían colocado, prendidos en las grapas de hierro de los antepechos del puente, debían sentirse tan seguras de la infinitud de su compromiso amoroso, que lo habían simbolizado comprando en una ferretería tan horroroso adminículo. Curiosa asociación espiritual: el amor y la ferralla. Claro, que mi sentido estético y buen gusto no mejoraba el suyo, porque al fin y al cabo ahí estaba yo, perpetuando el absurdo, fotografiando la fealdad; eso sí con una película muerta, aunque incorrupta…
15 JUNIO 2011
© 2011 pepe fuentes